En las décadas de los 60 y 70, los mercados municipales eran el motor de la mayoría de los barrios de Barcelona. Su importancia era tan grande que alrededor de ellos se articulaba la principal oferta comercial de la zona. Era un época donde un gran número de mujeres no trabajaba fuera de casa, iba casi diariamente a comprar por la mañana y existían muy pocos supermercados. En aquellos años, los mercados estaban llenos de clientes y casi todos los comerciantes allí instalados hacían muy buenos negocios. Para muchos, era un sueño tener una parada en ellos, pues era casi el seguro del éxito empresarial. Por eso, cuando alguien se jubilaba, y ponía en traspaso la concesión municipal, recibía múltiples ofertas y generalmente muy sustanciosas.
En la actualidad, los mercados son una sombra de lo que llegaron a ser. Después de muchos años de declive continuado, hoy están en el ocaso. En la mayoría, hay muchas paradas vacías, una clientela que brilla por su ausencia, especialmente de lunes a jueves, y numerosos comerciantes de edad avanzada sin ningunas ganas de invertir en su negocio. La sociedad ha cambiado mucho en los últimos cincuenta años, pero ellos lo han hecho muy poco. Uno tiene la impresión de que la primera ha ido a la velocidad de la liebre y los mercados al ritmo de la tortuga.
De forma increíble, la mayoría de los comerciantes allí instalados piensan que no tienen casi ninguna culpa de la decepcionante evolución de sus ventas. Los culpables son múltiples y variados: los supermercados, el ayuntamiento, los bajos salarios, etc, pero no ellos. Dicen que al ser pequeños no pueden luchar contra los primeros. Es una gran falsedad. Más lo son los paquistanís que tienen una oferta estándar, abren un gran número de horas y todos los días del año. Ellos han ganado la batalla a los super y lo han hecho de tal manera que les han obligado a reformular una parte de su oferta comercial. Su creciente competencia ha llevado a numerosas cadenas a crear el concepto exprés y ha contribuido decisivamente a que El Corte Inglés, el gigante de la distribución en España, procediera a cambiar el concepto Opencor por el de Supercor.
En realidad, los supermercados han tenido poco que ver con su declive. El principal motivo radica en que el teóricamente punto fuerte de los mercados municipales es el flojo de los primeros: los productos frescos. La oferta de éstos por parte de la mayoría de super es bastante deficiente, tal y como lo demuestra la instalación de fruterías en las proximidades de algunos Mercadona, la cadena con más cuota de mercado del país. A pesar de que en las paradas de los mercados municipales hay muchos productos frescos, la relación calidad – precio no es atractiva, la oferta existente es excesivamente tradicional y redundante, las promociones escasas y la fidelización al cliente rudimentaria. Esta última generalmente consiste en conocer el nombre de la clienta y ofrecerle conversación.
Los distintos equipos municipales de las últimas décadas han querido transformar los mercados y ayudar a los comerciantes que en ellos operan. No obstante, no han triunfado. Han modernizado sus infraestructuras, han dotado algunos de parking y han buscado en unos pocos una locomotora comercial (generalmente un supermercado) que atrajera a la clientela. Después de su reforma, en algunos casos parecía que el declive se paraba. No obstante, en la mayoría, solo fue una breve impresión.
Las soluciones a la situación actual son diversas y complejas y estoy seguro que a la mayoría de los comerciantes no les convencerán. Mis propuestas les parecerán, más que una mejora, un problema añadido. En concreto, pensarán que son experimentos que no conducen a nada y, por tanto, pretenderán seguir como están. Ahora, eso sí, se seguirá quejando de su mala suerte, aunque verdaderamente ésta no exista, pero no harán nada para cambiarla.
Las soluciones a la situación actual son diversas y complejas y estoy seguro que a la mayoría de los comerciantes no les convencerán
La primera consiste en cambiar el horario de apertura actual, abriendo más horas por la tarde y menos por la mañana. Ellos deben adecuarse a los horarios de los clientes y no al revés. Aquellos ya no son la tradicional ama de casa, sino una diversidad de tipologías de familia, cuyos miembros adultos generalmente trabajan muchas horas. La segunda implica alcanzar acuerdos entre los detallistas para evitar una oferta redundante y con la finalidad de fomentar una complementaria.
La tercera supone centrarse exclusivamente en los productos frescos y las comidas preparadas, unos manjares que deberían poder ser degustados en las propias tiendas. Un aspecto que les obligaría a reconvertirse y combinar las características de un comercio con las de un restaurante. Un caso de rotundo éxito de un espacio similar es la galería de alimentación de la Illa Diagonal. Un concepto que no puede trasladarse de forma automática a todos los mercados municipales, al ser su clientela de un nivel adquisitivo medio – alto. La cuarta implicaría realizar campañas de publicidad, así como la firma de acuerdos con guías locales y touroperadores, para atraer turistas a sus recintos. El tremendo éxito de la Boqueria entre los extranjeros señala el enorme potencial que éstos tienen.
En definitiva, la mayoría de mercados municipales están en la UVI. No obstante, la recuperación del enfermo no es difícil, si éste tiene voluntad de cambiar. No se necesita mucho dinero, sino un poco de imaginación para potenciar sus puntos fuertes y generar nuevos. El problema está en que dicha voluntad no existe entre los comerciantes y el gobierno de la ciudad no va sobrado de ideas. Una combinación que hace presagiar lo peor.