El Liverpool presume de Bill Shankly, el Manchester United venera a Bobby Charlton y el Real Madrid idolatra a Alfredo di Stéfano. En el Barça, en cambio, la figura de Johan Cruyff todavía no tiene el espacio ni el reconocimiento que se merece en el Camp Nou. El viernes se cumplirá un año de su fallecimiento y es de suponer que la junta directiva que preside Josep Maria Bartomeu anunciará cómo concreta su homenaje al futbolista y, sobre todo, al entrenador que cambió la historia del club.
Bartomeu y sus directivos recalcaron que Cruyff se había reconciliado con el club poco antes de morir. El holandés nunca tuvo una buena sintonía con el actual presidente y mucho menos con su antecesor, Sandro Rosell, quien cuestionó sus méritos como presidente de honor del Barça. Bartomeu, más pragmático, tendió puentes para la concordia y la entidad tuvo un comportamiento ejemplar con la familia cuando falleció Johan.
Sorprende, sin embargo, el posterior silencio de la junta directiva. Los socios todavía desconocen los planes de la primera institución deportiva de Catalunya para honrar la memoria de Cruyff. En un club que presume de valores, no es de recibo que Josep Lluís Núñez e Iñaki Urdangarin tengan mucha más visibilidad en sus instalaciones, tras ser condenados por la justicia. El museo del Barça sigue llevando el nombre del expresidente y la camiseta con el número 7 del antiguo jugador de balonmano sigue en lo más alto del Palau Blaugrana.
En una entidad tan ciclotímica como pasional, eternamente dividida por los ismos, Cruyff siempre fue una figura controvertida. Ensalzado por muchos y criticado por otros, nadie puede cuestionar su legado en el Camp Nou ni en la Masía. La obra que él inició la retomó Frank Rijkaard, la sublimó Pep Guardiola y la continuó, con muchos matices, Luis Enrique. Y, lo más importante, será la referencia para el próximo entrenador, ya sea Unzué o Valverde.
Bartomeu deberá actuar con amplitud de miras para contentar a la afición del Barça. El reconocimiento a Cruyff debe ser sincero. Los devotos del holandés reclaman su nombre al estadio, una opción muy complicada en unos tiempos en los que todo está en venta, pero dedicarle la puerta número 14 del estadi sería un tributo muy pobre para un deportista que transformó un club victimista en un club ganador. Al Barça le toca ser generoso y, sobre todo, justo. Los ídolos nunca mueren y la entidad debe estar en sintonía con su historia y con su grandeza.