…o el colectivo. O el ente. En cualquier caso, bienvenido seas. Él se define así: “un home com cal”. Está despertando conciencias entre lectores deseosos de conocer los intestinos del poder en Barcelona. La mayoría, huérfanos de este tipo de ensayos. De los que ayudan a levantar alfombras y abrir ventanas para que corra el aire. Su libro, La gran teranyina. Els secrets del poder a Catalunya (Edicions del Periscopi) está prologado por Andreu Barnils, hijo del también periodista Ramon Barnils. En esto, Vinton se parece al progenitor de su prologuista: en decir las cosas “tal com raja”, sin miedo a incomodar.
La lista de apellidos que recorren las páginas es clave para entender quiénes mueven los hilos en la sociedad catalana actual (y cómo han llegado a conseguirlo). A todo ello se añaden hazañas, no siempre ejemplarizantes, que nos ayudan a conocer los orígenes de dichas fortunas. De ahí que muchas familias no sean partidarias de que se hurgue en este tipo de detalles. Sobre todo, cuando alguno de ellos ha sido condenado por delito fiscal. Y, para evitar la cárcel, ha tenido que llegar a acuerdos con la fiscalía. Ahí están los Carceller, Carulla, Godia o Cuatrecasas. Una capacidad de adaptación (y metamorfosis) al más puro estilo Franz Kafka.
Roger Vinton antepone el mensaje al emisor. Quizás sea esta la única manera de no ser apartado de la circulación (periodísticamente hablando). Quién, si no, se atreve a señalar al palco del Barça con nombres, apellidos (y datos) sobre los supuestos trapicheos que en él se llevan a cabo. Siempre es más cómodo apuntar al equipo contrario. Y, aún más, quién se atreve a decirle al Sr. Isidro Fainé que el rey va desnudo. Aquí habremos pinchado en hueso. ¿Conocen algún medio de comunicación donde no aparezcan anuncios y/o patrocinios de la constelación bancaria? Ella o cualquiera de sus satélites. Ninguno.
Por cierto, y hablando del actual presidente de la Fundación Bancaria La Caixa —así como de Gas Natural Fenosa—, no es el único de estos señores de Barcelona sobre los que Vinton insiste en su vinculación con la Obra. Y no me refiero a la Social de la antigua caja, sino a la de Josemaría Escrivá de Balaguer. Imposible no imaginar al todopoderoso banquero desde la última planta de la gran torre negra tras un intranquilo sueño del que despierta convertido en un monstruo…de las finanzas. Desde allí, observa. Y ve insectos pasar. Insignificantes. Al más puro estilo Gregor Samsa. Son ustedes (y yo).
En cualquier caso, el libro de tamaño “ente” hay que saborearlo. Y les puedo asegurar que no volverán a ver el paseo de Gracia o la avenida Diagonal de la misma manera. Así, mientras los turistas hacen fotografías de muchos de los edificios que pueblan ambas calles, ustedes verán radiografías. Radiografías del poder.