El Ayuntamiento de Barcelona destapó su discurso más populista para justificar su apuesta por una funeraria municipal. Ignorando el pasado y con un informe tendencioso sobre la situación actual del mercado, Eloi Badia, concejal de Presidencia, no detalló su plan de acción y centró su intervención en descalificar a Áltima (25% de la cuota de servicios de la ciudad) y Mémora, la empresa líder del sector.
Ada Colau y su núcleo duro han salido de las trincheras para declarar la guerra a los principales agentes económicos de la ciudad. Sin experiencia en la gestión de los problemas reales, la alcaldesa y los suyos buscan réditos electorales con sus ataques a las principales empresas de suministros y servicios.
Esta semana, el gobierno municipal ha cuestionado el actual modelo funerario público-privado de Barcelona, amparándose en un informe poco creíble encargado a Global Economics Group. Con una muestra de, únicamente, 44 facturas, Badia hizo una lectura arbitraria de la realidad. Las cifras desveladas por el Ayuntamiento afectan a un 20% de la población (el 75% dispone de un seguro y el 5% corresponde a particulares con pocos recursos).
El consistorio también prometió una rebaja del precio medio de los entierros hasta los 3.800 euros, una cifra que fuentes del sector consideran muy poco creíble en el mercado actual. Igual de discutible será el impacto real que tendrá el nuevo tanatorio municipal (de solo seis salas) entre los ciudadanos.
Los actores afectados, ninguneados del debate, tienen la sensación de que el Ayuntamiento se mueve por intereses ideológicos y no por una necesidad económica para resolver una problemática que requiere una profunda revisión y la posible entrada de nuevos operadores.
El ciudadano, asimismo, debería saber que el proceso de privatización de Serveis Funeraris de Barcelona comenzó en 1998 y prosiguió en 2010. Por la venta del 85% de las acciones, el Ayuntamiento ingresó más de 130 millones de euros y, ahora, busca comprador para el 15% restante.
Colau, que gobierna en minoría y se beneficia de la inacción de la oposición, quiere controlar la poliédrica actividad económica de la ciudad y también suspira por su propio tanatorio. El desafío incomoda especialmente a Mémora, mientras que en Áltima recuerdan que tardaron siete años en establecerse en el tanatorio de la Ronda de Dalt y lamentan los obstáculos que están teniendo para construir un velatorio al lado del cementerio de Sant Andreu.
Badia ejerció el martes de pirómano. Su incendiario discurso, curiosamente, ignoró el pago de los servicios a las personas más desfavorecidas y los recursos que los operadores privados destinan a obra social. La suya fue una crítica fácil. Él, según algunos comentarios que se escuchan en la plaza de Sant Jaume, no es la persona más indicada para dar lecciones de ética en el Ayuntamiento.
Desde Metrópoli Abierta seguiremos de cerca cuáles son las inquietudes reales de los ciudadanos, si realmente quieren que el consistorio haga de funerario o se dedique a resolver los problemas de Barcelona.