Apenas una semana después del atentado sufrido en pleno corazón de la ciudad, aterrizó un ejército de cardiólogos en El Prat. Aunque la coincidencia es absolutamente fortuita -si bien la cita médica estaba convenientemente anotada en la agenda de la capital catalana; el horror, aunque temido y por tanto esperado, siempre acontece imprevisible-, no deja de ser algo poética.
El congreso europeo de cardiología confirmaba ayer mismo que el estrés emocional y las enfermedades psiquiátricas –depresión, ansiedad, etcétera– aumentan el riesgo de sufrir un infarto de miocardio pese a contar con arterias coronarias sanas. Ante tal advertencia, el Ayuntamiento de Barcelona retiró esta pasada noche los altares que la ciudadanía de forma espontánea habían creado en La Rambla en memoria a las víctimas del 17-A. Según el primer teniente de alcalde Gerardo Pisarello, se trata de recobrar "la normalidad". Y es que aunque el duelo sea un proceso lento e íntimo, los psicólogos recomiendan que para cicatrizar la herida por la pérdida (aunque sea un intangible como el de "la libertad" o "la paz") no nos aferremos (obsesionemos) al recuerdo material (ropas, fotografías, lugar...). Porque con las ciudades -vivas- ocurre como con las personas -vivas-, lo más difícil es colocarle una tirita a un corazón partío, con lo que eso duele y las consecuencias que acarrea (baja autoestima, pérdida de confianza en los demás, desmotivación, angustia, miedo, recelo...).
De momento, por desgracia, los grandes expertos del corazón no han dado remedio alguno sobre como bregar cuando una (ciudad o persona) alberga sensaciones enfrentadas. Ni siquiera los intentos de Valentí Fuster por reconciliar cabeza (pensamiento) y corazón (sentimiento) han logrado una píldora para tan penosa pandemia. Así que aquí seguimos sin saber cómo valorar la pluralidad emocional (ideológica) que se concentró el pasado sábado para condenar el terrorismo en Barcelona. Pues donde una mirada observó riqueza visual (madurez democrática, libertad de expresión, valor), otra vio pobreza (falta de unidad, de respeto, hipocresía). Tal vez porque hasta que no se alcance la calma, cuando el silencio apague el ruido y en vez de pensar nos concedamos el privilegio de sentir, el corazón no pueda sanar.