El Barça ya no marca la pauta en el fútbol europeo. Ni en el campo ni en los despachos. El club que preside Josep Maria Bartomeu siempre ha ido a remolque en el mercado y no supo anticiparse a los acontecimientos. Tiene razón Albert Soler cuando proclama que la entidad no podía poner en riesgo su economía con el fichaje de Coutinho tras desvelar que el Liverpool pidió 200 millones de euros, pero nadie dice por qué el Barça no se anticipó a la salida de Neymar y contrató a un jugador que era compatible con el ahora crack del PSG.
El verano de 2017 ha sido una pesadilla para el Barça, para un club con muchas convulsiones y algunas urgencias. La plantilla se debilita año tras año y los futbolistas ya no callan sus discrepancias con la junta directiva y los ejecutivos de la entidad. A Valverde le prometieron una plantilla de alto nivel y ahora deberá gestionar un grupo con muchas carencias y desequilibrado.
El Barça ha perdido el rumbo. Ya nadie sabe cuál es el modelo. En junio, el club intentaba fichar a Verratti y acabó contratando a Paulinho. El desenlace puede entenderse desde el punto de vista económico, pero no desde una vertiente deportiva. El italiano y el brasileño son dos futbolistas con unas características muy distintas. El primero garantizaba control y una buena salida del balón. El segundo aportará músculo y trabajo defensivo.
Más sorprendentes e incomprensibles fueron los flirteos del Barça con Seri e Iñigo Martínez. A ambos les garantizaron su fichaje y les anunciaron que el acuerdo con sus clubes (Niza y Real Sociedad) estaba cerrado. Ambos, sin embargo, fueron descartados por razones oscuras, vagamente explicadas por una estructura sobredimensionada. Que Vermaelen sea el cuarto defensa central del equipo es una temeridad impropia de una entidad con las máximas aspiraciones.
El fiasco del Barça en el mercado también pone en evidencia su compromiso con la cantera. Las buenas palabras no se reflejan en el campo. La eclosión de Sergi Roberto ha sido la única buena noticia de un club que prefirió hacer negocio con Thiago y Pedro, dos futbolistas mejores que sus recambios de emergencia, pagados a precio de oro y con un rendimiento muy inferior.