Cumpliendo con la tradición de visitar las tumbas de allegados en el día de Todos los Santos un ciudadano se llevó la desagradable sorpresa de que la de su suegro había desaparecido del cementerio de Collserola. El nicho había sido desahuciado y los restos que contenía habían sido trasladados al osario común. El resto de elementos físicos del nicho habían sido destruidos.
Cementerios de Barcelona explicó a este ciudadano que desde el año 2011 nadie pagaba la tasa anual correspondiente a la conservación del nicho que era de 60 euros. Al parecer, la familia del difunto cambió la entidad bancaria en la que estaba domiciliado el pago de esa tasa y no se la enviaron nunca a su nueva cuenta corriente. Cementerios de Barcelona al ver que la deuda subía hasta los 300 euros y que nadie respondía a sus notificaciones de pago desahució el nicho.
La Síndica de Greuges del Ayuntamiento, Maria Assumpció Vilà, tomó cartas en el asunto y en el mes de junio emitió una resolución pidiendo al gobierno de la ciudad que se adopte un procedimiento con más garantías para evitar traumas como el que sufrió la familia del hombre enterrado en el nicho desahuciado. No ha sido el único. Hay más casos de sorpresas desagradables como ésa en años recientes en los cementerios de la ciudad. De hecho, hay sentencias judiciales favorables a los intereses de quienes han demandado desahucios inesperados de nichos con anterioridad.
El ayuntamiento ha asumido la propuesta de la Síndica y la ha incluido en la nueva ordenanza de Cementerios que está en proceso de elaboración. La nueva ordenanza dará un plazo de un par de meses para pagar la deuda tras confirmar que ha sido adecuadamente notificada. Transcurrido ese plazo se declarará la caducidad del derecho funerario.
Vilà pidió también que, tras el desahucio de la sepultura y durante un cierto tiempo, los restos del fallecido se guarden en un lugar de fácil localización antes de ser definitivamente trasladados al osario común.
Hay que pagar para vivir. Hay que pagar para morir. Y, a veces ni por esas.