Me encontré con un vecino en la parada de metro de Bogatell. Iba con un jersey blanco y al vernos a mi compañera y a mí también vestidos de blanco se vino hacia nosotros directamente. Normalmente, nos hubiéramos cruzado un saludo de cortesía y habría pasado de largo. Pero esta vez, no. “Pensaba que estaría solo”, empezó a explicarse. Y siguió. Nos contó que llevaba varios días durmiendo mal, incluso con remedios contra el insomnio. Que la tensión política en torno al debate sobre la independencia de Catalunya le agobiaba. Que sus relaciones familiares se habían resentido por esta cuestión. Le hice ver que eso se ha convertido en moneda frecuente y que no había que dar la batalla de la reconciliación y el diálogo por perdida. Por eso, íbamos donde íbamos.
Íbamos a la plaza de sant Jaume, a pedir a nuestros representantes políticos que dialoguen de forma tranquila y constructiva para encontrar una solución que nos permita a los ciudadanos dormir sin sobresaltos. Íbamos a la concentración de ‘Parlem. Hablemos’ convocados por no sabíamos muy bien quién. Como lo hacían en ese mismo momento muchos españoles en dirección a los ayuntamientos de sus ciudades y pueblos. Mi vecino se sorprendió de que fuéramos tantos. Se hinchó a sacar fotos de la multitud congregada ante el ayuntamiento barcelonés y me encantó verle sonreír por primera vez en mucho tiempo.
Fue un balón de oxígeno de ánimo importante para los miles de personas reunidas ahí y en media España.
Una hora y pico más tarde volvimos a casa. Al vecino lo perdí entre la multitud y no lo he vuelto a ver. Unos cuantos pingüinos –como nos bautizó el periodista Enric Juliana en ‘La Vanguardia’- volvimos a la plaza sant Jaume dos días después. Queríamos revivir la experiencia y convencernos de que tendría continuidad. Nos encontramos con un hombre que llevaba desde hacía una semana sentado en la plaza con un cartel y una camiseta blanca en la que se leía ‘Por favor, dialoguen. Si us plau, dialogueu’. Estuvimos un rato charlando y pensando cómo podíamos impulsar la campaña que nos había reunido e ilusionado el sábado anterior. No se nos ocurrió gran cosa.
Me temo que mi vecino continúe durmiendo con dificultades. Y yo con él.