El futuro de Catalunya, tras los resultados del 21D, sigue siendo incierto. Ciudadanos ha dado el gran golpe y ha ganado las elecciones tras capitalizar el voto unionista, mientras que Junts per Catalunya y ERC se han repartido las preferencias del electorado independentista. Falta por ver cómo se resolverá el enigma catalán tras perder dos escaños el bloque secesionista, y cómo impactará en el gobierno de Barcelona, muy frágil tras la ruptura entre Barcelona en Comú y el PSC, y después del fiasco de Xavier Domènech. Los comunes no decidirán nada en Catalunya.
A Ada Colau le espera un año difícil. La alcaldesa, que tanto se prodigó en octubre con sus declaraciones contra la DUI y el 155, ha cargado contra Puigdemont y Arrimadas en la campaña electoral, pero se ha mantenido en un discreto segundo plano, marcando distancias con Domènech. Colau, cada día más cuestionada, no ha sumado votos en unas elecciones que han penalizado la ambigüedad de los comunes.
La caída de la formación violeta augura muchos problemas en Barcelona en Comú. Colau deberá hacer nuevos equilibrios entre sus concejales que simpatizan con el independentismo y el sector procedente de Iniciativa. Falta por ver si buscará la complicidad de ERC tras el duro golpe de los republicanos (se veían gobernando) y una tregua con el PDeCAT.
Colau tendrá que rescatar la agenda municipal, difuminada por el procés y las elecciones en los últimos meses. Toca definir su modelo de ciudad y resolver el nudo de Les Glòries y el futuro del tranvía en la capital catalana. También tendrá que mover pieza sobre los grandes eventos de Barcelona y tender nuevos puentes con las principales entidades de la ciudad. Y, sobre todo, deberá responder por su gestión económica, bajo sospecha tras dilapidar los buenos números de gobiernos anteriores.