Barcelona es la gran víctima de las tensiones políticas que vive Catalunya. La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza se ha convertido en la ciudad del descontento, empobrecida por tanta inestabilidad y un gobierno pirómano que recela de los grandes eventos, por mucho que Colau busque ahora la complicidad de John Hoffman para evitar la fuga del Mobile World Congress. No hace tanto, su papel fue indigno en la pérdida de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), un golpe muy duro que penalizó a Barcelona y retrató la falta de modelo económico (viable, al menos) de los comunes.
El Mobile, uno de los mejores escaparates para Barcelona, arrancará con un clima político enrarecido por el boicot de las fuerzas independentistas y de Colau al Rey Felipe VI. Las manifestaciones en el centro de la ciudad no favorecen la continuidad de un certamen que tendrá un impacto económico de 471 millones de euros y creará 13.000 empleos a tiempo parcial. Hasta el 1 de marzo se esperan 108.000 asistentes y 2.300 empresas exhibidoras, unas cifras que nadie puede menospreciar. Tampoco quienes defienden una Catalunya independiente, por mucho que el MWC esté en el punto de mira de la CUP y sus organizaciones satélite.
Profesionales de las nuevas tecnologías de todo el mundo ya padecieron este domingo las consecuencias del amplio dispositivo de seguridad de los Mossos y las restricciones para acceder a sus hoteles. En este contexto es comprensible que Hoffman no garantice la continuidad del MWC en una Barcelona cada año más convulsionada.
Barcelona, desgraciadamente, pierde protagonismo e imagen en el panorama internacional. Ya no es la ciudad de moda que atraía a los operadores turísticos por su amplia oferta lúdica y cultural. Las imágenes del pasado 1 de octubre hicieron mucho daño. Barcelona vive momentos difíciles después de una prolongada estabilidad iniciada con la gran metamorfosis que disfrutó con los Juegos Olímpicos de 1992. De la autoestima y la euforia de hace 25 años se ha pasado a un clima de mucha incertidumbre. Cuando funcionó la colaboración entre todas las administraciones (local, autonómica y estatal), la capital catalana vivió su etapa de mayor esplendor. Cuando el encaje de Catalunya en España se resquebrajó, Barcelona padeció los efectos de un divorcio traumático.
El Mobile empezará este lunes. Durante cuatro días, las últimas novedades en el mundo de la comunicación y la telefonía móvil tendrán un impacto global que irá asociado a la marca Barcelona, en peligro desde hace ya muchos meses.