El fútbol, en los años 70 y 80, era otra cosa. Menos negocio y más deporte. Menos profesionalismo y más amistad. En el gran cambio del blanco y negro al color, el Barça celebraba las Copas del Rey y las Recopas con gran emotividad y las gestas de la selección eran esporádicas, alguna que otra batallita, pero ninguna guerra ganada. En esos años de grandes transformaciones en España y contados éxitos deportivos, los futbolistas no eran tan divos y pocos fueron tan queridos como Enrique Castro, Quini, eterna referencia del Sporting que fichó por el Barça cuando ya había cumplido los 30 años. Delantero pícaro y con un corazón enorme, falleció este martes tras sufrir una crisis coronaria en Gijón.
Quini llegó muy tarde al Barça, club que durante muchos años quiso que fuera el mejor aliado de Johan Cruyff. El 'brujo' no pudo coincidir con el 'holandés volador' porque la directiva del Sporting se negó en reiteradas ocasiones a vender a su ídolo, pues entonces no existían las cláusulas de rescisión y sí el derecho de retención. En el Camp Nou nunca ganó la Liga ni la Copa de Europa, pero conectó muy rápido con la hinchada culé y con un vestuario en el que coincidió con Bernd Schuster y Diego Armando Maradona. Y, sobre todo, entabló una gran amistad con Alexanko y con Urruti, otra persona entrañable que falleció prematuramente en accidente de tráfico. En 2001. Con ellos compartió grandes momentos y muchas risas en el restaurante Casa Fuster, situado muy cerca del Camp Nou.
La historia de Quini en Barcelona siempre estuvo condicionada por su secuestro. En 1981, a la finalización de un Barça-Hércules (6-0) en el que marcó dos goles, fue introducido por la fuerza en un vehículo. Permaneció retenido durante 25 días en un diminuto sótano de Zaragoza, un capítulo que revivió en el documental “El Brujo frente al espejo”.
Especialmente emotiva fue su presentación en el cine Comedia, posiblemente el único día en el que tuve que inventarme una excusa para escaparme del trabajo para poder saludar a uno de los pocos ídolos de mi infancia. Valió la pena y siempre estaré agradecido a mi amigo Aitor por su insistencia y compañía.
En aquel documenal, 'Quinocho' repasaba su secuestro y otros dos capítulos que le marcaron: el cáncer que superó y el fallecimiento de su hermano Castro, portero del mejor Sporting de la historia. Quini revivió, en la misma playa, el fatídico día que se ahogó un ser tan querido al intentar salvar una vida.
Quini, como su hermano, siempre fue una persona muy generosa. Perdonó a sus secuestradores y, por supuesto, a la hinchada del Sporting que no asimiló su venta. La afición del Barça nunca olvidará los goles que marcó en las finales de la Copa del Rey de 1981 (curiosamente, contra el Sporting) y de la Recopa del 82 (Standard de Lieja). Y en El Molinón todavía resuena el cántico más popular de su centenaria historia. El “ahora Quini ahora”, coreado cuando el equipo rojiblanco necesitaba un gol, es eterno.
Hoy, el mundo del fútbol llora a uno de los suyos. Gijón, Barcelona y toda España están de luto. Y sus antiguos compañeros nunca olvidarán algunas de sus trastadas. Entre ellas, el día que un hedor insoportable dificultó el sueño de dos futbolistas del Barça en un hotel de concentración. Ni una inspección de las tuberías por el personal del hotel alivió aquella noche horrible. Al día siguiente, cuando bajaron a desayunar, Quini reía a carcajada limpia. Sus compañeros estaban de muy mal humor, pero pronto cambiaron su estado de ánimo cuando 'el Brujo' les contó un secreto. Había hecho sus necesidades y esparcido los restos detrás de un cuadro que colgaba en aquella habitación.
Genio y figura, Quini hizo feliz a mucha gente. Descanse en paz.