La Real Academia de Medicina de Catalunya alberga en su interior el desconocido anfiteatro anatómico de Barcelona que fue construido en 1763 por el arquitecto de Fernando VI, Ventura Rodríguez. Francisco de Goya pintó en 1784 su retrato y Rembrandt inmortalizó al Doctor Tulp trabajando en su anfiteatro anatómico en 1632. Obras maestras que resisten el paso de los tiempos.
Fueron épocas de teatralización de la anatomía humana, en una sociedad en la que se llevaba el ocultismo y una noción del cuerpo mistificada y prohibida. Lo que a ojos de los corrillos de la ciudad era repugnante y pecaminoso o macabro, para los profesores y alumnos de Medicina era un sorprendente ejercicio de aprendizaje. Por allí pasaron eminencias médicas como Pere Virgili, Miguel Servet, Antoni de Gimbernat o el mismísimo Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel en 1906.
Hoy el panorama político se ha espectacularizado y el gobierno municipal de Barcelona, con su alcaldesa al frente, es objeto de una depurada disección. Las circunstancias políticas parece que abocan a Ada Colau a ser un nuevo cadáver político después de Jordi Hereu y Xavier Trias. No hay dos sin tres, porque para la alcaldía de Barcelona no valen las alianzas. Hereu no logró reeditar el tripartito de izquierdas en 2007, Trias rompió su pacto inicial con el PP en 2011 y Colau ya lo ha roto con el PSC, quedándose a los pies de los caballos.
Colocada en el centro de la mesa de mármol del anfiteatro anatómico, va a ser succionada por el orificio de salida de la bañera. Su esqueleto principal, los votantes, fue un fracaso y la abocó a la victoria más frágil desde 1979, con solo 11 concejales sobre 41.
Su sistema nervioso, una promesa de políticas antideshaucios, no ha producido más que 400 pisos sociales, frente a los 4.000 que hizo Hereu. Y hablamos de una demanda social 30.000 personas que pretende paliar con la instalación de contenedores habitacionales prefabricados en solares de propiedad municipal. Su sistema cardiovascular no ha conseguido aprobar ni un solo presupuesto por la vía ordinaria, ha perdido una moción de confianza y ha retado a la oposición a formar un gobierno alternativo.
El sistema linfático de Ada Colau sufre un aislamiento total tras romper el pacto con el PSC de Jaume Collboni. Frente al Procés, la ambigüedad de sus neuronas cerebrales ha generado una sensación de falta de liderazgo y miedo a la realidad. No ha sabido situar a Barcelona por encima de la dinámica destructiva del Procés, que liquidó la opción de acoger la Agencia Europea del Medicamento.
Poco queda de la musculatura verbal de la anti-sistema: no le hemos visto una gestión resolutiva ni ha verbalizado nunca un proyecto de ciudad de largo alcance. Su sistema pulmonar ha respirado mal por haber despreciado la gestión municipal, como consecuencia de una cultura izquierdista que no ha considerado importante que sus líderes tuvieran capacidad técnica. Además, ha contribuido a dañar la reputación internacional de la ciudad, que sufre hoy una perdida de atractivo turístico e inversor.
Hemos hecho autopsia de un cadáver político que está a la vista de todos. Mientras Barcelona se desangra, Madrid va a por todas. Hay que empezar a pensar entre todos, no sólo en descubrir algún líder fuerte sino en ponernos de acuerdo para no dispersar el voto en las próximas muinicipales. A Barcelona no le basta con jugar a la democracia de sumas y restas de votos. La ciudad necesita un poder político fuerte que resista la Disección de Anatomía del Doctor Tulp.