En las últimas semanas, las paredes y mobiliario urbano de Barcelona se han teñido de amarillo. Pintadas y trozos de plástico han aparecido por toda la ciudad en señal de protesta por el encarcelamiento de dirigentes políticos y sociales implicados en la proclamación de la República de Catalunya y en el acorralamiento de la comisión judicial que entró en el departamento de Economía y Finanzas de la Generalitat el pasado 20 de setiembre.

Complicado lo tiene el gobierno de la ciudad para atender la petición de quienes le piden que borre esas pintadas y retire esos elementos de plástico cuando de la fachada del ayuntamiento cuelga un enorme lazo amarillo. Si algún operario municipal aparece limpiando una fachada o retirando símbolos amarillos le puede caer ‘la del pulpo’.

La cuestión se ha complicado a raíz de que quienes están en contra de esa exhibición amarilla han pasado al contraataque. Ciudadanos particulares se dedican a sustituir la labor que no hace el ayuntamiento y retiran por su cuenta los lazos y adhesivos que les molestan. Y esos ciudadanos han optado, a su vez, por completar las pintadas amarillas con el afán de desvirtuarlas. Y ahora tenemos la ciudad llena de lazos y cintas amarillas pintadas en las paredes reconvertidas en banderas españolas porque alguien ha pintado sus bordes de color rojo.

¿QUIÉN BORRA ESTO?

Ante un gimnasio cercano a mi domicilio en el Poblenou apareció una gran pintada en el suelo reclamando la “libertad de los presos políticos”. Nadie hizo nada por borrarla hasta que apareció rodeada del susodicho color rojo. Entonces, supongo que los propios responsables del gimnasio optaron por eliminarlo. De eso hace unos días y nadie ha vuelto a pintar en ese lugar.

La sociedad barcelonesa está dividida ante la cuestión independentista catalana como lo está el conjunto de Catalunya. Esa división lleva a enfrentamientos –de momento, solo verbales- cuando coinciden quienes engalanan la ciudad de amarillo y quienes les desmontan sus pintadas y ‘performances’.

Tropezar por la calle con símbolos de protesta por el encarcelamiento de dirigentes políticos y sociales reconvertidos en banderas monárquicas españolas permite constatar que hay gente en ambos lados de la pelea independentista.

LA REALIDAD ES ASÍ

Si la borran porque la borran y si no la borran porque no lo hacen. Aunque para Ada Colau y los suyos ese no debe ser el peor de los problemas que tienen planteados a un año de las próximas elecciones municipales.

Los barceloneses y barcelonesas ya nos hemos hecho a la idea que esas pintadas –originales o retocadas- formarán parte del  panorama urbano de la ciudad durante mucho tiempo.

Què hi farem!