Aunque vive en la Sagrada Família, Gerardo Pisarello no se mueve mucho por el Eixample por cuestiones de trabajo. El primer teniente de alcalde y mano derecha de Ada Colau desconoce muchas de las cosas que pasan en esta importante zona de Barcelona y, lo que es peor, también en el interior de la sede municipal del distrito que comanda. Sólo así se puede explicar que se autorizara el cierre de la playa del Eixample, la zona de baños del interior de manzana de la Torre de les Aigues, abierta desde 1987, sin imaginarse el revuelo político y ciudadano que se originaría.
De hecho, la decisión de cerrar la instalación ni siquiera la tomó Pisarello. Lo hizo el gerente, Jordi Torrades, y quizá el teniente de alcalde ni siquiera se enteró. Nada más tomar posesión del cargo, tras la ruptura del pacto de gobierno con los socialistas, en noviembre del año pasado, el regidor se hizo tramitar un decreto a medida para delegar las competencias en vía pública en el gerente. Con esta decisión, Pisarello firmaba menos y trabajaba menos. El citado decreto sólo existe en Ciutat Vella y en el Eixample. En el casco antiguo de la ciudad se entiende que sea así por la complejidad de la gestión diaria, pero en el Eixample no tiene razón de ser, salvo que uno se quiera escaquear de las responsabilidades que tiene.
Cuatro días después del anuncio de la clausura de la piscina --y tras las críticas del PSC y ERC y de varios grupos de vecinos-- Pisarelló dio marcha atrás y dijo que la playa del Eixample abriría. Lo hará con restricciones para mitigar el ruido y garantizar el descanso vecinal. Tiene que ser así. Pero las medidas adoptadas se hubieran podido tomar la semana pasada y evitar todo el revuelo que se ha originado.
A Pisarello le hubiera bastado con hablar con su antecesora en el cargo, la socialista Montserrat Ballarín. El estudio sonométrico se hizo el verano pasado, con el PSC al frente del distrito, y una de las soluciones planteadas por Ballarín era reducir el aforo de 375 a 200 personas, una de las medidas que ahora Pisarello ha hecho suya. Horas antes de que Pisarello rectificara, Metrópoli Abierta ya publicó las propuestas socialistas para la piscina.
Entre los partidos de la oposición, Pisarello tiene fama de no dar palo al algua. No asiste a comisiones en que se le espera, puede dejar a alguien colgado a la mínima de cambio y aprovecha cualquier reunión para hablar de lo divino y lo humano sin abordar el motivo del encuentro. En el Eixample ni se le ve ni se le espera. Tampoco se dejó caer demasiado por Sarrià-Sant Gervasi a principios de mandato, de donde era concejal. Los expedientes se acumulaban en el despacho de la gerente, Amàlia Ganga, a la espera de que Pisarello apareciera por el distrito.
Cierto es que Barcelona en Comú tiene sólo 11 regidores y que los tenientes de alcalde que tienen distritos asignados no dan a basto. Pero, quizá, el primer teniente de alcalde haría bien en pisar el Eixample para evitar cometer otro error garrafal como el de la playa urbana y tomar buena nota de lo que hace Laia Ortiz, segunda teniente de alcalde y regidora de Sant Andreu, que sí gestiona y conoce lo que ocurre en Sant Andreu.