Durante años, la Universitat de Barcelona y la Universitat Autònoma de Barcelona, en la que cursé mis estudios, se encontraban en las primeras posiciones de España, según las valoraciones internacionales, en concreto la realizada por la consultora británica Quacquarelli Symons (QS), una de las referencias en el ámbito universitario. Este año, sin embargo, la Autónoma de Madrid se ha avanzado a la 'pole', algo que no sucedía desde 2005. Es únicamente un dato, pero que invita a la reflexión. La agitada situación de inestabilidad política ha podido tener su influencia, pero existen más razones que tienen que ver con la internacionalización y los programas de investigación.
La universidad es el granero del pensamiento y del progreso para una sociedad, por lo que desatenderlo puede significar pan para hoy, al destinar los recursos a otras actividades quizá más urgentes, pero hambre para mañana. Los centros universitarios de Barcelona poseen un gran atractivo para estudiantes extranjeros, porque los tiene la propia ciudad, pero es necesario preguntarse realmente por la calidad y el sostenimiento de los programas que ofrecen. Ello debería formar parte de pactos de Estado, más allá incluso del ámbito autonómico, aunque es imposible para la Generalitat pactar con un Estado con el que no se ha definido por ahora el modelo de relación en el futuro. La génesis de la palabra universidad está, de hecho, en la universalidad.
La Autónoma de Madrid avanza, gracias a su dedicación a la investigación y a la internacionalización, pero otros centros públicos de la Comunidad como la Rey Juan Carlos provocan el sonrojo más vergonzante con los títulos a la carta para políticos. Si sucedió con Cristina Cifuentes es muy posible que haya ocurrido con otros. Quienes trabajan en la Rey Juan Carlos, excelentes profesionales en muchos casos, han visto cómo el caso afectaba a su reputación, injustamente. La universidad es un centro de debate político de primer orden, donde se han forjado líderes en todas las épocas, desde el Mayo Francés a la Transición y al fenómeno Podemos. Sin embargo, jamás debe contaminarse desde las instituciones. Ha de ser creíble y ha de estar protegida.