Muchas líneas se han escrito acerca de la desigualdad social en nuestro mundo pero la realidad está imponiendo un modelo distinto. Voy a introducir dos ejemplos recientemente vividos por mí sobre el cambio de modelo que se impone en nuestra sociedad, ejemplos que me resultan del todo ilustrativos.
La semana pasada, regresando de Madrid en el AVE, me quedé perplejo por cuanto sucedió, algo que me dejó asombrado. Estaba yo sentando en mi vagón, cuando al mirar a mi alrededor, contemplo que todas las personas que se hallaban en él, con excepción de mi persona, eran mujeres. Por la vestimenta y conversaciones al móvil que no podías evitar escuchar, a pesar de estar en el vagón SILENCIO, pude apreciar que eran mujeres profesionales. De hecho, conocí a una de ellas, empresaria, con lo que entré en conversación, precisamente sobre este detalle: todo el vagón ocupado por mujeres, excepto yo, hablando con mi interlocutora. Ella me confesó que en su empresa, cada vez más, se apostaba por fichajes femeninos.
Por contra, el pasado domingo, acudí a la carnicería donde habitualmente compro, ya que hacer la compra es de una de mis actividades favoritas y de la que me encargo en mi casa, y, curiosamente, sucedió lo mismo, pero al revés: absolutamente toda la carnicería eran padres con sus hijos. Recordando la anécdota contraria en el AVE, estuve a punto de realizar una fotografía de la escena de la carnicería por lo sorprendido que estaba. No la hice, me la quedé en mi retina, y pensé: algo escribiré de esto… Después me pregunté, ¿algo está cambiando?
Mi opinión personal del mundo en el que yo vivo es que, aunque despacio, sí están cambiando las cosas y los diferentes roles que se les asignan a los sujetos, más allá de su género. Es decir, en mi empresa, estoy rodeado de mujeres. En muchos otros ámbitos en los que por mi profesión intervengo, por ejemplo en los tribunales de Justicia, la mayoría de jueces son mujeres. Y en los tribunales penales, el Ministerio Fiscal, la mayoría viene representado por mujeres. Lo habitual, pues, es encontrarte una mujer a cargo de un Tribunal, y esto lo interpreto claramente como que estamos en un nuevo tiempo, donde cada vez más destaca el papel de la mujer en ámbitos que vedados no hace muchos tiempo.
No voy a entrar a valorar sobre la bondad o maldad de estas escenas, sobre su conveniencia o inconveniencia. Creo que no corresponde. Es más, creo que tampoco debemos caer en el maniqueísmo de pensar que solo cambiando mujeres por hombres, las cosas van a cambiar. Yo creo que lo importante es apostar por la igualdad, pero existen otros elementos periféricos que la impiden o la propician. Por ejemplo, conseguir una óptima compatibilización de la vida familiar con la vida profesional, combatir las extensas jornadas laborales de nuestro país, que son un grave inconveniente al desarrollo y educación de nuestros hijos, entre otros.
Desde mi punto de vista, estos problemas afectan de lleno a una cuestión que más tarde o más temprano nos va a alcanzar, esto es, el problema de la natalidad. Que seamos un país con un indice de natalidad bajísimo nos indica cómo la ausencia de ayudas a las jóvenes parejas, la falta de medios, la ausencia de salarios dignos, y la incertidumbre sobre un futuro estable, afectan a esta cuestión esencial y que debe ser corregida con urgencia.
Barcelona debe visualizar este reto. El equipo municipal que llegue a nuestro consistorio debe asumir este problema como básico a ser resuelto desde su ámbito de competencias, que las tiene. No podemos permitirnos que ninguno de nuestros jóvenes, abandone nuestra ciudad por no tener medios para alquilarse una vivienda o conseguir un empleo.
Mi sueño, no es ver un AVE lleno de mujeres, tampoco lo es que la cola del supermercado sea masculina. Mi sueño tiene que ver con una visión de mi ciudad que puede y debe ser posible, una ciudad que dé respuestas claras, reales, convincentes, que resuelvan problemas y no que nos los creen. Mi sueño es conseguir que mi ciudad vuelva a ser la mejor ciudad del mundo.