El dinero es algo psíquico, no es nada de la realidad. Me refiero, claro, al dinero como concepto, no al billete o la moneda, que sí son objetos del mundo. Determinar qué es el dinero pasa por un trabajo subjetivo. Dicho de otro modo: que cada hijo de vecino debe producir su propia representación del dinero, darle un lugar en su vida, pensarlo en su capacidad de mediatizar y condicionar radicalmente la existencia misma. Pensar el dinero permite modificar la aparente realidad única e inmodificable que se nos propone.
El dinero es uno de los más poderosos elementos para el análisis de un ser humano. Así como en los inicios del psicoanálisis la sexualidad estaba en el centro del escenario para explorar la subjetividad, más de un siglo después es la relación del sujeto con el dinero lo que ha devenido un motor poderoso para el análisis (sin que por ello la sexualidad haya dejado de ocupar un lugar destacado).
Para una persona de hoy, la sexualidad como el ámbito de lo privado está en su cuenta corriente. Resulta hasta sencillo que cualquiera desvele sus preferencias o fantasías en cuanto a lo sexual, incluso en televisión, pero intentar averiguar cuánto gana, dónde lo guarda, cómo lo gasta y otros detalles resulta una tarea a menudo imposible.
Ciertas cantidades, topes salariales y otras ideas con respecto al dinero no tienen que ver con la clase social, sino con la historia familiar, con la estirpe, con la ideología (que en buena parte está hecha de cristalizaciones inconscientes). Así, aparece una forma de dinero naturalizado: su manera de pensar el dinero es la manera de pensar el dinero; no existe otra. Los pobres piensan que los ricos son tontos, cornudos, aburridos, impotentes, infelices y una larga lista de calamidades. Los ricos piensan otras cosas así de los pobres, sometidos también a su determinado régimen ideológico.
Días atrás, con la entrada en vigor del rec, estuve leyendo un puñado de opiniones de usuarios de redes sociales respecto de la nueva moneda impulsada por el ayuntamiento barcelonés. Toda esas opiniones, favorables o contrarias a la circulación del rec, tenían el mismo sesgo: estaban pensadas desde pequeños púlpitos ideológicos, determinadas por lo impensable que anidaba en cada opinador. No nos damos cuenta de que si no somos capaces de pensar qué lugar ocupa el dinero en nuestra vida, la dimensión inconsciente del dinero acabará pensando por nosotros.