¿A quién no le han dicho alguna vez en la vida, cuando algo le llamaba la atención y apuntaba hacia allí con el índice: “no señales a la gente, no está bien”?
Normas básicas de educación que algunos parecen haber olvidado. Otros lo han convertido en deporte de riesgo. Los llamados CDR no solo lo practican, sino que van a por la copa, el trofeo y la medalla.
Tienen sectoriales en diversos pueblos. Habitualmente son cuatro gatos, pero la cobertura mediática e institucional que han recibido, los ha convertido en la Casa de los Gatos de Valencia. Hasta el bebedor de botijo los jalea mientras arenga a las masas desde el Palau de la Generalitat.
La última semana los CDR han señalado a algunas personas de la provincia de Barcelona. Al parecer dichas personas han cometido la fechoría de oponerse a la imposición totalitaria del nacionalismo en calles y plazas. Los CDR no solo los ha señalado a ellos, sino también a sus familias. Han pegado carteles en sus municipios para que sea de dominio público su domicilio y su lugar de trabajo, no por nada, solo por si algún psicópata quiere hacerles una visita de cortesía mientras entona Els Segadors.
En este señalamiento colaboran también medios e instituciones, señalamiento que va más allá del machaque constante al que estamos acostumbrados los criminales opresores que no pensamos como ellos. Es un señalamiento que no solo habla de causas o colectivos, sino que habla de personas con nombre y apellidos, de casas, de colegios y de empresas. Es un señalamiento tan intenso y perseverante, que si no se andan con ojo, la cosa puede acabar mal.
Y la culpa será de los hijos de papá que militan en los CDR, que tienen que dar un sentido a sus insustanciales vidas y de aquellos que los han incitado para ganarse el aplauso de las masas y sentirse bien con su cobardía.
¡Muera la República Catalana si algún día llega a existir!
Y ¡Vivan los señalados por causa de la Justicia!