Cuando aún colea el caso de la muerte de la perra tiroteada por un policía municipal en la Gran Vía, llega la noticia de otro perro muerto a tiros por otro agente de la policía local, en este caso en Calafell. Son casos distintos pero con idéntico final.
En el primero, Tauri Ruusalu, nacido en Estonia y que vivía sin domicilio fijo en Barcelona desde hacía un año y cuatro meses se enfrentó a los municipales que le recriminaban que llevaba a su perra suelta. Como sucede a menudo, hay una doble versión de lo que sucedió. Según el muchacho, los agentes policiales le trataron con desdén y aires de superioridad y la perra se interpuso para defenderle pero sin actuar agresivamente. Los agentes aseguran que la perra intentó morder a uno de ellos y que por eso la abatió de un disparo.
En Calafell, el pasado viernes, un vecino telefoneó a la Policía Local para denunciar que un perro de raza potencialmente peligrosa andaba suelto por la urbanización Les Brises. Era la sexta vez que se solicitaba la ayuda policial por la amenazadora presencia de ese perro en la zona. En anteriores ocasiones, se había intentado capturar al animal pero sin éxito. Esta vez, y siempre según la versión policial, el perro acorraló a un agente contra la pared. Al ver su integridad en peligro, el policía sacó su arma y mató al perro.
En la nota del Ayuntamiento de Calafell emitida al día siguiente se afirma que el agente es “un policía experimentado, con muchos años de servicio y conocido por todo el mundo por ser una persona tranquila y serena”. El alcalde de la localidad, Ramon Ferré, declaraba lo siguiente en esa nota: “Hasta ahora, por prudencia, no me he pronunciado sobre este tema porque no disponía de toda la información. De hecho, aún estamos recogiendo información”. O sea que se mojaba lo justo. O menos de lo justo.
También Ada Colau anduvo dudando sobre el asunto de Sota, el perro muerto de un tiro en la Gran Vía. Finalmente, la teniente de alcaldía, Janet Sanz, el comisionado de Seguridad, Amadeu Recassens, y la presidenta del Colegio de Veterinarios de Barcelona, Marta Legido, anunciaron conjuntamente que se impulsará un curso para reforzar la formación de la Guardia Urbana relacionada con el bienestar animal. Su finalidad será “garantizar la convivencia entre animales y personas y conseguir que todos se sientan seguros y que no se vuelva a repetir ninguna situación que acabe con un trágico final como el que resultó con la perra Sota muerta y un agente de la Guardia Urbana herido”.
Si dos alcaldes no se atreven a mojarse mucho en este asunto no seré yo quien se arriesgue a granjearme la enemistad de la media ciudad que ama a los perros o de la media que los detesta.
Igual sería buena idea que los policías municipales llevasen pistolas paralizantes además de las otras. Pero, vaya, solo es por proponer algo. Esperaré a tener más información. Por si acaso.