Tres letras. Tres palabras. Muchos significados y un alma universal cuando los intereses tienen que ver con la solidaridad. CCC es el acrónimo de Código Cuenta Cliente, según la denominación que da la banca española al código bancario. Pero para mí CCC significa Conciertos Con Causa. Y si se trata de hablar de algún código, que sea del ético. Platón decía: “La música es un arte educativo por excelencia, se inserta en el alma y la forma en la virtud”. El 30 de enero, y por segundo año consecutivo, varios grupos actuaron en beneficio del Casal dels Infants, entidad que desde 1983 apoya a niños y jóvenes en riesgo de exclusión social. Love of Lesbian, Elefantes, Els Catarres y Joan Dausà llenaron Razzmatazz para ayudar a esta necesaria asociación con sede en el Raval.
No siempre iniciativas así tienen la repercusión que merecen. El próximo 14 de marzo hay otro concierto solidario que, parafraseando al filósofo griego, se me ha insertado en el alma. Corre a cargo de la multipremiada cantautora colombiana, residente en Barcelona, Marta Gómez. Una trovadora que muchos comparan con Mercedes Sosa o Violeta Parra. La cita solidaria con Marta será en la coctelería Milano y a beneficio de la Fundación Noelia. Niños contra la distrofia muscular congénita por déficit de colágeno VI. Una de esas enfermedades raras (por lo tanto, cuenta con poquísimos recursos para ser investigada), que no tiene tratamiento. Ni cura (de momento).
El organizador del concierto, José Luis Martínez Cebrián, me ha hecho llegar un libro escrito por una niña de solo 8 años afectada por esta dolencia. En Yo, Elena y mi historia, la pequeña Elena (ayudada por su abuela) narra con su puño y letra (y con sus dibujos) como va teniendo que adaptarse física y emocionalmente según va avanzando la enfermedad. ¡Lo feliz que es cuando por fin tiene una especie de silla con motor que le permite moverse por el patio e ir sin ayuda al comedor del cole! Su espíritu de superación y su capacidad para sobreponerse desarman a cualquiera.
Y para desarmes, el que propone precisamente Marta Gómez en la canción Para la guerra, nada y que empieza así: “Para el viento, una cometa/ Para el lienzo, un pincel/ Para la siesta, una hamaca/ Para el alma, un pastel/ Para el silencio, una palabra/ Para la oreja, un caracol/ Un columpio pa' la infancia/ Y al oído un acordeón/ Para la guerra, nada…”.