¿Es macho o hembra?, me preguntó una mujer acerca de Naya (mi perra). La chica iba acompañada de su hijo (no debía tener más de tres años) y un perrito (macho) juguetón. "Es hembra", contesté. Al alejarnos, el comentario a grito pelado del crío nos dejó perplejas y dibujó en nuestras caras una sonrisa de felicidad cómplice. "El mío es hembro", indicó el niño pequeño acerca de su mascota. Vamos por buen camino, pensé. "Hembro", ¡qué maravilloso vocablo!
La inestabilidad política, laboral, jurídica, económica y, en muchos casos, sentimental tambalea nuestra estabilidad diaria a cada paso, usemos tacón o deportivas. En este momento de caos donde pisar firme sobre terreno seguro parece una utopía, hay un proyecto que nos mantiene firmes, confiadas, arropadas y esperanzadas: la sororidad. Y en esta cuarta ola del feminismo, las mujeres tenemos claro que no vamos a dar un paso atrás ni para tomar impulso.
No tenemos que pedir permiso y, por supuesto, no vamos a pedir perdón. Sólo vamos a recuperar el espacio y poder que nos ha sido usurpado durante tantos siglos. Lo hacemos por nosotras, por nuestras hijas, madres, abuelas y tantas otras que han luchado a lo largo de la historia por acabar con la sumisión e invisibilidad de la mujer. No es venganza, es que la Libertad, la República y la Justicia tienen rostro y alma de mujer y reclaman y reivindican lo que es suyo.
En este sentido, nadie tiene nada que temer. Sólo debe sentirse amenazado el sistema patriarcal y el machismo que sigue incrustado en las instituciones, religiones y las mentes retrógradas, tanto de hombres como de mujeres. Si alguien le pone un "pero" al feminismo -a la igualdad de género-, que reconozca su miedo y pida ayuda profesional cuanto antes.
La lucha, cuando nos golpeen los miedicas y ofendiditos, aún será intensa. Pero sólo queda la opción de la victoria. Porque el futuro inmediato será de las hembras y “hembros", o no será.