La concejal Gala Pin no soporta a los cruceristas y nos lo ha hecho saber, aprovechando la ocasión para comparar a los que se bajan del barco en nuestra querida ciudad con una plaga de langostas. Con la chusma que tenemos en Barcelona, tomarla con los cruceristas -que se dejan su buen dinero y lo único que hacen es deambular por nuestras principales arterias vestidos de manera ridícula y luciendo una sonrisa bobalicona- es absurdo, pero la inquina debe tener algún trasfondo político y anticapitalista: la señora Pin debe dar por hecho que los cruceristas son todos unos ricachones -cuando hay cruceros bastante asequibles- y que donde esté un pobre mantero muerto de hambre, que se quiten los cochinos burgueses.
Conceptualmente puedo pensar lo mismo que ella: la perspectiva de pasar días, ¡o semanas!, encerrado en un campo de concentración flotante, rodeado de desconocidos y con las actividades decididas por otros me resulta aterradora. ¡Pero hay gente a la que eso les encanta! ¿Les vamos a obligar a considerar otras maneras de pasar su tiempo libre? Vamos a ver, yo no soporto el fútbol, pero en el caso, altamente improbable, de que llegase a alcalde de mi ciudad, no se me ocurriría prohibirlo; entre otras cosas porque no me apetece nada la idea de ser linchado por el populacho. Que vaya al fútbol quien quiera, que yo ya tengo Netflix.
Los cruceros forman parte del mundo vacacional, como los propios campos de concentración: hay gente que paga por plantarse en Auschwitz y hacerse selfies frente a los restos de las cámaras de gas exhibiendo una sonrisa de palmo y medio digna de un orate al que se la sopla que ahí detrás se hubiesen dedicado a aromatizar a los judíos a base de Zyklon B. Lo que para la señora Pin y para mí es una pesadilla, es el sueño dorado de miles de jubilados de todo el mundo. Y la señora Pin habla en nombre del ayuntamiento de Barcelona y de la ciudad en sí: ¿a qué viene demonizar a unos foráneos cuya idea de la diversión no coincide con la nuestra?
¿Qué será lo próximo? ¿Intentar prohibir la presencia de cruceros en el puerto? ¿Secuestrar a los cruceristas y ponerlos a trabajar en algún huerto urbano durante los días que pasen entre nosotros? La señora Pin está al frente de una zona de Barcelona especialmente conflictiva, pero su prioridad es acabar con los cruceristas, a los que, además, compara con unos insectos realmente dañinos. No he visto que Ada Colau la haya desautorizado, pero ya entiendo que nuestra alcaldesa bisexual, pobre, feminista y negra está muy ocupada trabajándose al Tete Maragall para después de las elecciones, dado que ese ministerio que le prometió Pablo Iglesias ni está ni se le espera.