Fiel a sí misma, Ada Colau ha conseguido convertir un problema de prioridades municipales que no ha hecho nada por solucionar en un nuevo episodio de la lucha de clases. Por un lado, el pueblo, que reclama, con razón, un nuevo CAP en su barrio porque el actual está que se cae a trozos; por otro, los cochinos burgueses, que en este caso son una pandilla de esnobs elitistas empeñados en que el MACBA pueda ampliar sus instalaciones en la Capilla de la Misericordia, único emplazamiento razonable para el CAP en cuestión según nuestra alcaldesa. Ella, claro está, ha tomado partido por el pueblo, que ya ocupa la capilla para que no aparezcan los fanáticos del arte contemporáneo a llenarla de porquerías incomprensibles para el ciudadano de a pie (no me extrañaría que la ocupación estuviese organizada por alguno de esos asesores tan guais que tiene Ada, como aquella que telefoneaba a los manteros para que se dieran el piro ante la inminente aparición de la guardia urbana).

Es evidente que Colau, una persona que se mueve muy bien entre el populismo y la demagogia, no podía dejar pasar la oportunidad de jorobarle la existencia al MACBA. Sí, la capilla le fue otorgada al museo en su momento, pero ante una situación de emergencia sanitaria, se le quita y santas pascuas. Sí, los responsables del MACBA podrían haberse puesto manos a la obra hace tiempo -sobre todo, al ver la alcaldesa que nos había caído encima-, pero es posible que el presupuesto no les dé para muchas alegrías. En cualquier caso, como dice el refrán, Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita.

Basta con observar la política cultural del ayuntamiento -o, mejor dicho, su ausencia, más allá de fiestas populares y cambios de nombre en las calles- para darse cuenta de que el arte contemporáneo no es una prioridad de la administración Colau. A ellos lo que les gusta es quitarle la calle al almirante Tal o al general Cual para rebautizarla como Camí d´anar a fer punyetes, que es como se la denominaba popularmente en el siglo XVIII. O plantar delante de la comisaría de Vía Layetana un atril para recordarnos lo que ya sabemos, que en ese edificio se practicaron torturas a los antifranquistas en años mucho más negros que los actuales. El ayuntamiento no ha ideado ni apoyado ninguna iniciativa cultural de peso en toda su breve historia, aunque agradece, quiero creer, los proyectos personales que han puesto a Barcelona en el mapa, como el Sónar o el Primavera Sound. Así pues, ¿por qué iba a apoyar los intentos del MACBA por expandirse?

Cualquiera entiende que un museo y un CAP en condiciones pueden coexistir perfectamente en un barrio sin necesidad de inventarse una falsa polémica entre la salud y el elitismo. La alcaldesa debería ser la primera en dar con esa coexistencia sin necesidad de arrebatarles a los supuestos elitistas una instalación ya concedida. En vez de eso, azuza a los pacientes del CAP contra los responsables del museo para colgarse otra medalla de progresista profesional. Este viernes, en el penúltimo pleno municipal antes de las elecciones, volverá a proponer el triunfo del CAP sobre el MACBA, que ya se lo tumbaron hace unos días. Es su último banderín de enganche para conservar el sillón. Si lo logra, podría presentarse ante sus electores diciéndoles que gracias a ella no se mueren de asco por las esquinas mientras, a escasos metros, los burgueses se inflan a champagne en las inauguraciones de su caprichito estético. ¿Hay otra definición para esta actitud que no sea “miseria moral”?