Ante la impresión generalizada de una cierta falta de seguridad en Barcelona, Ada Colau ha optado por la salida más fácil: quitarse el muerto de encima y echárselo al gobierno autonómico. Volvemos a aquellos días gloriosos en los que el intercambiador de la plaza de Cataluña era el Can pixa i rellisca de los manteros porque la Guardia Urbana decía que el orden publico ahí abajo era cosa de los mossos y los mossos decían que era cosa de los urbanos. Así pasamos unas semanas muy entretenidas, hasta que se nos echaron encima las elecciones municipales y se acabaron los problemas competenciales: en cuestión de unas pocas jornadas, el intercambiador se vació de manteros, los cuales se repartieron por otros rincones de la ciudad de los que van siendo desalojados por los mismos motivos electorales.
Puede que Ada tenga razón en la supuesta desidia de la consejería de Interior, pero es evidente que le han llegado voces de que los vecinos no están muy contentos y sus votos igual van a parar a quién no deben -¡cuidado con ese francés que fue ministro del Interior!- y hay que fidelizarlos como sea. En ese sentido, echarle la culpa del desastre a un gobierno de derechas que, además, tiene la cabeza en otra parte -concretamente, en Waterloo- es un recurso prácticamente inevitable: si cuela, cuela.
Y mientras tanto, nadie se acuerda de que Colau se cargó la unidad antidisturbios de la Guardia Urbana. O de que ciertos trabajadores del Ayuntamiento llamaban por teléfono a los manteros para urgirles a darse el piro, que se acercaban efectivos policiales enviados por el propio Ayuntamiento. O de que el flamante candidato de los comunes a las elecciones europeas, Jaume Asens, fue el abogado defensor de aquel psicópata chileno que, tras dejar hemipléjico a un urbano durante una desocupación, se cargó a un señor en Zaragoza por lucir unos tirantes con la bandera española. O de que Gerardo Pisarello, el trepa de Tucumán, porfió con Alberto Fernández Díaz en el balcón del Ayuntamiento por retirar una bandera española que, al parecer, desmerecía entre las esteladas… Hay mucho que olvidar en los años de la administración Colau, especialmente esa obsesión por creer que el orden público es cosa de los partidos de derechas, lo que suele llevar inevitablemente a la degradación del espacio urbano y las quejas de los vecinos.
Parece que faltan guardias urbanos en Barcelona. Y que los mossos están donde no deberían estar. En los juzgados, por ejemplo, que no necesitarían protección si no tuviésemos un president suplente que les dice a los CDR que aprieten todo lo que puedan en todas direcciones. Pero el caso es que, como dice el refrán, los unos por los otros, la casa sin barrer.