La lucha contra la desigualdad ha sido uno de los grandes lemas del equipo de la actual alcaldesa de Barcelona, doña Inmaculada Colau, pero con un planteamiento erróneo, mal concebido. La igualdad no consiste en tener todos las mismas habilidades, conocimientos o capacidades económicas. Para igualar algo hay que pulirlo o rebajarlo. Ser todos igual de pobres o poco preparados es más que una tontería, es autodestruirse. Todos somos únicos y distintos, iguales en dignidad, pero diferentes y en esto se fundamente la creación de riqueza. Ganar dinero no es pecado y sirve, entre otras cosas para pagar impuestos.
El conocido conferenciante y escritor Dr. Mario Alonso Puig, explica muy bien, que la innovación y la creatividad surge al descubrir conexiones y enlaces entre cosas o aspectos aparentemente inconexos y sin relación alguna entre ellos. Por tanto, necesitamos enfoques multidisciplinares y multiculturales para avanzar. Necesitamos multitud de talentos distintos. Nada de igualitarismo castrante.
Lo que debemos promover y conseguir es la igualdad de oportunidades, entendida como la igualdad de acceso de todos los ciudadanos a aquellos medios que precisan para desarrollar sus talentos, los innatos y los adquiridos, para que puedan aportar lo mejor de si mismos al conjunto de la sociedad.
Por ejemplo, la equidad digital, necesaria en la economía del conocimiento, es un principio simple: todos los miembros de la comunidad merecen acceso a las tecnologías digitales y estar capacitados para usarlas.
El explosivo avance de la economía de banda ancha ha empeorado la exclusión de las personas que se encuentran en las periferias de la sociedad, ya sea debido a la pobreza, la falta de educación, los prejuicios, la edad, la discapacidad o simplemente el lugar donde viven, como sucede en las zonas rurales del país, en la España vacía. Hay personas para quienes la revolución digital puede devenir una carga y no una bendición.
Hay que promover la equidad digital porque es ético, pero también por razones eminentemente prácticas. Las personas que están excluidas de la economía y la sociedad cuestan enormes cantidades de dinero en servicios sociales. Al igual que la igualdad misma, la igualdad digital es un ideal que nunca se alcanzará. Pero todos deberíamos estar interesados en políticas y programas que hagan que la población excluida o con bajos recursos sea la mínima posible.
La verdadera igualdad se consigue a través de la educación y allí es donde hay que invertir.
Barcelona Mobile Capital, desarrollo en 2016, un completo estudio sobre la brecha digital en Barcelona que demostró que, en este aspecto, Barcelona es una ciudad líder a nivel mundial y que debe ser referente en el mundo.
Por otra parte, no podemos olvidad que la ciudad sufre, al igual que toda Europa, un invierto demográfico, con una tasa en 2017, de 8,3 nacimiento por cada mil habitantes, apenas nacieron en Barcelona, 6.978 niños y 6.548 niñas, cifra inferior a las personas que fallecieron, el ratio de fallecimientos por cada mil habitantes fue de 9,6. No somos una sociedad muy optimista, no creemos mucho en que nuestros hijos van a tener un buen futuro.
En 2018 el 24,2% de los residentes en Barcelona han nacido en el extranjero, es decir, fuera de España. Esta cifra hace poco más de 20 años, en 1996, era solo el 3,9%. El porcentaje de barceloneses nacidos en la propia ciudad o en el resto de Catalunya ha pasado del 67,5% al 58,7%. La ciudad es ya muy diversa y con una tendencia imparable a que se incremente este proceso, como sucede en ciudades de éxito como Nueva York, Toronto, Londres. Debemos por tanto convivir personas de orígenes diversos, diferentes, sin excluirnos y discriminarnos unos a otros. Es el concepto de inclusión, que reconoce que lo normal es la diferencia. Una sociedad inclusiva debe saber responder a esta realidad, buscando minimizar las barreras que dificultan la participación y colaboración en la vida social, económica y cultural de todos sus ciudadanos, independientemente de las características particulares propias de cada uno de ellos.
Observo que algunos de nuestros dirigentes no aceptan ni asumen esta realidad y tratan de bestias taradas a sus conciudadanos o se alegran de que los que no piensen como ellos decidan cambiar de residencia comparándolos con la exportación de cerdos. A parte de la condena moral que merecen de estas actitudes, es que simplemente, viven en un mundo imaginario. Barcelona, Catalunya, España, Europa, necesitan gente joven, con talento y con energía, simplemente porque aquí no han nacido. La alternativa es la decadencia y la ruina económica. Esto no significa que este proceso tenga que llevarse a cabo de forma desordenada. Estamos abocados a construir una sociedad inclusiva y aprovecharnos de las ventajas que esto reporta. Barcelona solo puede ser una ciudad abierta al mundo.