Ya nada es lo que era. Ni tan siquiera esas élites que tanto se lamentan de que el poder político en Cataluña ha caído en picado en cuanto a su nivel y mirada estratégica. Porque, no llevándoles del todo la contraria en esto último, me atrevo a recomendarles que se apliquen el cuento. O mejor, el diagnóstico. Y es que, realmente, el papelón que está haciendo cierto patriciado barcelonés y cierto poder (económico-político-mediático) es posible que se estudie en el futuro como caso de “qué no hacer” si quieres influir en el nombramiento de un alto responsable institucional, en este caso en el de un alcalde.
Cierto empresariado y cercanías se han pasado los cuatro años de Ada Colau como alcaldesa, quejándose (con razón) del freno que su gobierno ha supuesto para el dinamismo económico de la ciudad, y así colateralmente para el del país. ¿Solución? Se animaron a promocionar una candidatura con líder con poco gancho y que a pesar de venir con el aval de haber sido mucho en Francia, al final solo sacó un concejal más que su predecesora, Carina Mejías, una perfecta desconocida para una inmensa mayoría de ciudadanos.
Y como eso no funcionó, ahora con Manuel Valls de nuevo como ariete, han promovido una extraña operación para ceder el poder en la alcaldía a esa misma Colau que hasta hace poco abominaban, y todo porque creen que lo peor sería un alcalde independentista (comprando a Ernest Maragall como tal). ¿Y con esta estrategia (tan visible por todos) al final qué habrán conseguido? Básicamente darle la coartada perfecta a Colau para pactar con ERC. A su vez, a Esquerra le habrán puesto en bandeja ese acuerdo (pasando de JxCat) por aquello del “mal menor”. Y habrán encarecido el valor de los concejales comuns en la negociación con los de Maragall. Unas élites bien torpes, ¿no? A no ser que la actual ERC ya les vaya bien y que crean que si además pacta gobierno con los comuns habrán anulado a Colau. Cosas más raras se han visto. Aunque no pintan estas élites, como su entorno, tan sofisticadas en mirada estratégica. Y si al final resulta que hacen alcaldesa a Colau, se confirmará que ya nada es lo que era, ni tan siquiera las razones por las que alguien un buen día bautizó a Barcelona como "la ciudad de los prodigios.