Hemos tenido cuatro años de gobierno municipal que, sin hacer mucho ruido, ha frenado bastantes frentes estratégicos de aquellos que igual hoy no se notan pero que hacen perder opciones y posiciones, en clave de futuro. A ello se ha sumado que en ciertos aspectos vitales para la ciudadanía, como la seguridad, el gobierno de Ada Colau ha sido casi más rajoyista que Mariano Rajoy. Y es que, no podría haber dejado que la cosa se pudriera más. Afortunadamente para todos, esta semana se han asentados las bases para tratar de enderezarlo. Veremos si lo pueden.



Lo escribía la semana pasada en este diario, y ha pasado. Era necesario que el PSC asumiera la gestión de la seguridad en una Barcelona que debe conjurar la imagen (por la vía de los hechos) de "ciudad sin ley". No será fácil, pero Albert Batlle tiene fama de buen gestor del ramo. Y es evidente que si tiene éxito, eso será bueno para los ciudadanos en primer término, para la ciudad en su conjunto, para el gobierno en particular y para el PSC en muy particular, porque habrá sabido dotar de un valor añadido importante la gestión municipal en un punto neurálgico. Nos va mucho ahí, a todos, pero a ellos especialmente y también en clave de futuro.



Todavía no sé a día de hoy qué quedará, de la era Colau, más allá del generoso y útil carril bici. Pero mucho de lo que quede deberá ser impulsado y/o culminado durante este mandato. Y aquí si el PSC sabe anexar su sello, eso son opciones que suma al perfil como alcaldable a un Jaume Collboni que de facto por el pacto firmado es una especie de vice o co-alcalde. Esto en positivo es oro, pero si la cosa no va, puede ser un lastre importante y difícil de superar. Tiene que aplicar mucha y muy buena gestión.



¿La podrán hacer? ¿La sabrán lucir? Estén atentos a sus pantallas, y ya, porque el bipartito municipal será más que eso. Quiere ser, de hecho, una alternativa de gobierno a la que se despliega al otro lado de Plaza Sant Jaume. Y esto, más allá de lo que nos repercutirá de esta semana en adelante a todos los barceloneses, y de lo que repercutirá a sus protagonistas políticos, dibujará las opciones reales (y constructivas) de una alternativa al independentismo que ahora mismo no existe a nivel Parlamento. Solos, a nivel Catalunya, seguramente no lo podrán hacer, socialistas y comunes. Pero si la cosa pinta bien en Barcelona, que no dude nadie que ERC correrá a querer liderar una versión ampliada en la Generalitat, que por la vía de la buena gestión conjure el recuerdo de los tripartitos de Montilla y Maragall. Aún queda. Cuatro años seguro que no. Igual ni uno, pero por eso este tramo inicial del gobierno municipal de Barcelona (los típicos 100 días y más) pueden marcar tendencia.