Sin duda, la noticia recurrente de este verano en Barcelona ha sido la crisis que vivimos de inseguridad ciudadana en diferentes barrios y distritos. Como siempre, el corazón de la ciudad, Ciutat Vella, ha sido uno de los más perjudicados.
En verano, nuestras calles y plazas suelen ser protagonistas de actos incívicos y altercados relacionados con la convivencia. Ya se sabe, temperaturas altas, uso intensivo del espacio público y más personas en la calle durante todas las horas del día. Barcelona se vive de día y también de noche, sobretodo en los meses que el calor más aprieta. Somos mediterráneos, somos una ciudad que nos gusta vivir y pasarlo bien en la calle.
Pero este verano ha sido diferente. Ya no estamos sólo ante una crisis de convivencia y de incivismo en el espacio público. Desafortunadamente, los robos con violencia han aumentado un 30% según los Mossos, y los homicidios, doce solo en agosto, han sido portada de todos los medios de comunicación. Ello ha provocado una sensación de inseguridad y de deterioro de la imagen y la marca de la ciudad.
Sin duda, el nuevo gobierno municipal, con el PSC liderando claramente el timón del consistorio municipal, tiene un problema complicado de resolver. Una patata caliente que puede perdurar en el tiempo si la gestión del actual gobierno municipal no pone remedio, trabajando la unidad de acción en el mismo ejecutivo y la coordinación entre todas las administraciones públicas: Ayuntamiento, Generalitat y Gobierno Central.
Se sabe que este agosto las empresas de seguridad privada y de alarmas han intensificado sus acciones comerciales para vender más que nunca sus servicios. Gente mayor atemorizada, dispuesta a gastar algún ahorro con el fin de proteger más sus propiedades y sentirse más protegida.
Vivimos tiempos de crisis económica y social. Tiempos de incertidumbre y de precariedad en el trabajo. Además las previsiones económicas a corto plazo son pesimistas y no indican un ambiente más positivo. Hay mucha gente que lo pasa mal, y que puede llegar a cometer ilegalidades para sobrevivir, o someterse a mafias o a grupos organizados con el fin de conseguir alguna ganancia. Un contexto que, sin duda, no ayudará a solventar una percepción de inseguridad ya instalada.
Estos días recordaba la bandera de Brasil “Ordem e Progresso”, un término que proviene originalmente de una frase del filósofo francés Auguste Comte, creador del positivismo y de la sociología.
Sin orden, no hay progreso. Sin orden, no se fomenta el crecimiento económico ni la cohesión social. Sin orden, se pone en riesgo el respeto y la tolerancia, entran en crisis los pilares básicos de una sociedad democrática y de bienestar como la nuestra. Una sociedad que quiere ser modélica y referente en el siglo XXI. Para ello, prioricemos recursos y tengamos todos las ideas claras.