Una retratística especial fue desarrollada en Florencia durante la segunda mitad del Quattrocento italiano. Un pintor como Sandro Botticelli descubrió que debía renunciar a la abstracción de sus predecesores para centrarse en una visión óptica donde los objetos flotaran libremente en la atmósfera. Fue por entonces cuando pintó el famoso retrato del militar, humanista y poeta Michele Marullo Tarcaniota.
Puede que un lector aficionado a la noticia de sensación deje de leer esta columna. Pero la sensación es fuerte. Porque ese retrato de Botticelli, que Francesc Cambó compró en 1929 y que durante años estuvo colgado de las paredes de su mansión de la Via Laietana, sale ahora a la venta. Otra vez se levanta el espectro de un MNAC que podría no ser capaz de hacerse con esta obra, que fue prestada por la familia Guardans Cambó al Museo del Prado entre 2004 y 2017.
Este retrato de Boticelli es el único que queda -que sepamos- en manos privadas. Ha sido estudiado por Carl Brandon Strehlke, comisario emérito del Museo de Filadelfia, y está valorado en 60 millones de euros. Lo verán ustedes expuesto en el estand de la galería británica Trinity Fine Art en la ya próxima y prestigiosa feria Frieze Masters que se celebra en Londres los próximos días 3 a 6 de octubre.
Podría darse la paradoja de que lo comprara un individuo o una institución extranjera, y que el Estado español (y no digamos la Generalitat) lo dejara escapar en cuanto se publicite la oferta de alguien y no estén dispuestos a ejercer su derecho de tanteo. Podría suceder que el cuadro de Boticelli fuera propiedad de un extranjero y que, al mismo tiempo, no puediera salir del territorio español más que en períodos en que tuviera una licencia temporal de exportación, como sucederá en los días de la Feria de Londres.
Lo cierto es que a Barcelona le suceden estas cosas: que por una parte sea la capital de un reino que se mira constantemente el ombligo y quiere dar la espalda al mundo mundial; y que por otra de repente tiene algo -una obra maestra del Renacimiento- que interesa a todo el mundo y que va a dejar escapar por su provincianismo inesperado, por su falta de visión de conjunto o, sencillamente, porque no hay dinero para la verdadera cultura; porque sí hay dinero para otras subculturas marcadamente políticas y comarcales.
El rostro severo del soldado y poeta griego el lengua latina Michele Marullo Tarcaniota nos mira desde la ventana de su pintura. Su rostro afilado en tres cuartos se destaca misteriosamente sobre los negros y los marrones del fondo. Con su flequillo sobre la frente, que disimula una calvicie incipiente, nos mira desconfiado y sin ganas de sonreír. Nos mira y nos pregunta: ¿Adónde va Barcelona? ¿Adónde va Catalunya? ¿Adónde España?
¿Y adónde vamos todos nosotros?