Los artistas C.Tangana y SFDK son el blanco facilón para los ofendiditos por su “vertiente machista”. Al primero, el Ayuntamiento de Bilbao –donde gobierna Podemos– le prohibió actuar en las fiestas. El segundo se quedó fuera del Festival BioRitme por negarse a asistir a una especie de cursillo feminista. Por suerte, C.Tangana pudo dar un concierto –que además fue gratis– en una sala de Bilbao ese mismo día planeado. Por suerte, festivales con sentido común como es el caso del Cruïlla han programado un concierto de SFDK para este otoño en Barcelona.
Mientras estos dos artistas sufren el escarnio público de los políticamente correctos, otras aberraciones –libres de censura– se producen en Barcelona y en Madrid, ciudades ejemplares del “bien cultural”. Dicho de otra forma: mientras el progresismo más enfadica se empecina en encontrar trazas de machismo en cualquier actitud, ese showman del trap llamado Yung Beef –el niñito protegido del Primavera Sound– se les cuela por detrás. Paam.
Me refiero a lo que ha bautizado –junto a La Zowi, con quien comparte un hijo– como Perreo de la Muerte 2, que ya se ha podido ver en vivo en ambas ciudades. En ese espectáculo –nada esteta– se denigra a mujeres, se habla de droga, prostitutas y money sin complejos ni tapujos. Y se baila como trogloditas en celo.
Yung Beef –Fernando para los colegas– irrumpe en el escenario haciendo playback –ya tiene acostumbrados a los fans– azotando a dos chicas voluptuosas que se mueven semidesnudas. La Zowi sale y empieza a “cantar”. “Se vuelve loco cuando me lo trago”, dice. Y pide al público que la llame “puta”. “Ella e’ puta, pero no la pago”, contesta el de Granada.
Sus letras, más allá del típico “¿quién se ha follado a tu bitch? Yung Beef”, no tienen desperdicio. Dice, por ejemplo, en una canción llamada Un porno, “tú tiene' el toto bien gordo, te lo meto y te ahogo” o “tú llama a tu papi y dile que te compre ropa” o “se la come como si nada, ta' moja' como si nada, de tu novio yo no sé nada, dile que vienes cenada”. Él siempre en el centro.
Pero aquí el contenido machista parece que no importa en los sectores más sensibles. Porque él es más punki y más malote. Porque su música no llega tan lejos, porque –bah, qué más da– son solo críos haciendo el tonto y no van en serio. Porque es un ídolo (transgresor) para los jóvenes del país, y –oye– se merece un respeto.
El fenómeno en cuestión es digno de estudio. No solo le siguen jóvenes en la edad del pavo que buscan su propia identidad, sino personas con cierta reputación y nivel intelectual. Algunos críticos musicales alabaron Perreo de la Muerte 2 y tildaron ese esperpento de “ritual”. El mismo Ernesto Castro, filósofo de referencia para millennials y otras generaciones, en una entrevista con El Español, lo comparó con el poeta Charles Baudelaire por su malditismo.
Me acuerdo que hace unos años se pusieron de moda unas camisetas graciosas –a mí me hacían gracia– con el mensaje “demasiado sexo nubla la vista”. Algo parecido está pasando con el machismo. Y si has llegado hasta aquí quizá te estés preguntando qué pintan C.Tangana y SDFK en el titular si no son los protagonistas de esta historia. Ellos son las nubes, pero la tormenta está llegando por detrás. Pero algunos no la están viendo venir: tienen los ojos empañados.