Herman Melville es universalmente conocido por dar caza a la ballena blanca en Moby Dick y por un breve e inquietante cuento en el que Bartleby, el escribiente, responde lacónico: "Preferiría no hacerlo". Ese cuento (Bartleby, el escribiente) se considera una de las mejores piezas de relato corto jamás escritas, pero no venía yo aquí a hablar de letras, o quizá sí.

Dejemos a un lado los balleneros y la oficina de un abogado de Wall Street y observemos desde una prudente distancia los despachos de la alcaldía de Barcelona. Estas últimas semanas, el navío del Ayuntamiento se ha enfrentado a mares agitados y revueltos, que han causado daños físicos y morales a la ciudad. La borrasca empujaba contra la fachada de la sede municipal noticias de contenedores carbonizados, asfalto reventado, destrozos en el mobiliario y turbamultas violentas y exaltadas. La respuesta de la alcaldía… En fin, ¿hubo respuesta de la alcaldía? No me consta, pero eso no quiere decir nada. Quizá la hubo. En ese caso, alguien tendría que revisar los protocolos de comunicación, porque no llegó a oídos del respetable. Aunque, eso sí, llegaba un lejano e imperceptible murmullo de cabezas escondiéndose debajo del ala.

La tempestad arrojó a los pies de la Plaza Universitat un mar de tiendas de campaña, un improvisado campamento que hacía llamamientos a la población para pedir dinero y condones, que tanto se les acababa una cosa como la otra. ¿Cuántos días estuvo ahí, interrumpiendo el tráfico por la Gran Vía? Al final sucedió lo que se venía anunciando: hubo una violación en el campamento (que la asamblea no quiso denunciar a las autoridades) y alguien birló la caja de resistencia, con 40.000 euros en su interior. Tras comprobar que la mayoría de las chozas del campamento estaban vacías, la guardia urbana se presentó a medianoche y desalojó la plaza. Entonces surgió Colau, la alcaldesa, para exclamar: "Yo no lo hubiera hecho". Pero, claro, alguien lo hizo.

Me da que la señora Colau parece salida de la obra de Melville. Su "preferiría no hacerlo" ante los incidentes descritos, actualizado con su «"o no lo hubiera hecho", nos remiten a Bartleby, el escribiente, que tampoco quiere abandonar el cálido hogar de su despacho para encargarse de cosas que no quiere hacer. Tampoco falta una ballena blanca, a la que persigue con encono obsesivo. Sin pata de palo, eso sí, porque no hay que exagerar.

La ballena blanca de Colau se llama Agbar, no Moby Dick. La alcaldesa quería arponearla con la remunicipalización y llevársela como un trofeo que compensase su gestión à la Bartleby. Sus primeros arponazos dieron en falso, con el lío de las consultas populares. Pero ella no se movió del puente y el bajel municipal apoyó una demanda judicial que pretendía dejar sin efecto la creación de Aigües de Barcelona, una empresa mixta participada por el propio Ayuntamiento. Al principio parecía que iba a dar caza a la ballena blanca, pero el Tribunal Supremo ha fallado hace unos días con tal estrépito que el Pequod se ha ido a pique. El Pequod es, por si no lo sabían, el buque ballenero del capitán Ahab, que, en este caso, sería el plan de remunicipalización de la alcaldesa Colau.

Lo que ha dicho el Tribunal Supremo dificulta, y mucho, ese proyecto de la alcaldesa. Debe de ser un fastidio que se te escape de nuevo y quién sabe si para siempre la ballena blanca de marras, pero los viejos lobos de mar saben que la vida es dura y hay que aceptarla como viene, apretar los dientes y seguir navegando.

No así la señora Colau. No tardó en hacerse oír en un programa de radio. Pero en vez de pasar página y afrontar el futuro, que anda que no tiene trabajo por delante, aprovechó la ocasión para quejarse de que le tienen manía. Acusó a los jueces de jugar sucio y hacer trampas, sumándose a la larga lista de personas que desean de todo corazón ser irresponsables de sus actos.

Eso pasa por querer imitar a Melville. Cuando pretendes imitar a un genio sin cualidades para ello, descubrirás que segundas partes nunca fueron buenas. Pero, claro, siempre podrás decir que te tienen manía.