Las preguntas más comentadas este diciembre han sido, sin duda alguna, por un lado, si habrá gobierno y, por otro cómo se presenta el 2020 desde una perspectiva económica. La respuesta a la primera es ya una obviedad, y la segunda es algo más compleja.

La situación catalana tiene todos los números para enquistarse indefinidamente en el tiempo, en un tira y afloja, donde las acciones judiciales seguirán siendo protagonistas. Así mismo todo apunta a un marco de adelanto electoral, donde habrán verdaderas voladuras para obtener poltrona. Hemos entrado de lleno en el terreno del  “todo vale”, donde el fin lo justifica todo, y ya nada es descartable, por lo que la inestabilidad seguirá presidiendo las instituciones con las consecuencias que ello conllevará a todos los niveles.

Centrándonos en la capital catalana, las cosas no tan solo no pintan mejor, sino que la desconfianza, el pesimismo y la decepción residen en la conciencia de la mayoría de los barceloneses. Con una subida sin precedentes de prácticamente la mayoría de impuestos y tasas municipales, una delincuencia jamás vista, una pésima política de promoción de vivienda que nos ha conducido al mayor desastre ocupacional entre nuestros vecinos, con una cada vez mayor población en el umbral de la pobreza, sin recursos, y con miles de ellos durmiendo literalmente en los portales, nos sitúan mucho más cerca de Buenos Aires o Caracas que de otras capitales que aspiran a liderar el mundo.

Barcelona retrocede en la gran mayoría de parámetros. Nuestra deriva es tal que hemos dado por bueno que nuestros vecinos vivan en contenedores de barco, sí, sí, sacando pecho desde el Consistorio de este nuevo formato de vivienda. Les aseguro que siento vergüenza que alguien pueda jactarse de medidas como éstas, que lo único que esconden es el fracaso mayúsculo en la creación de vivienda social. Es más, ahora lo que se pretende es que sean los propietarios de pisos los que paguen por ese descalabro en la promoción de vivienda pública, apretándoles las tuercas a más no poder, para seguir tapando esa responsabilidad única de nuestro ayuntamiento con esos paupérrimos y escalofriantes datos en nuevas promociones. Es indignante.

Tengan por seguro que el valor al que más tendremos que apelar este 2020 es “la solidaridad”; veremos cosas terribles, de hecho ya las vemos a diario en todos los medios: machetazos, récord de asesinatos, desahucios, cierres de empresas de día y de noche. En definitiva y para abreviar, la desinversión, la droga y la especulación han tomado el control en la ciudad condal y esa es la realidad que se nos ha impuesto por más que pretendamos negarla. Hay un dato manifiestamente positivo y del cual los medios ya se han hecho eco, y es el descalabro en la imagen de la alcaldesa, que por primera vez desde su ascenso a la política, suspende a juicio de sus votantes barceloneses. No es un dato menor, ni mucho menos. Pienso que la gente comienza a darse cuenta que efectivamente nuestro modelo de éxito de cuidad está en riesgo y que si no viramos rápidamente a una fórmula de gestión eficaz, podemos entrar en un espacio de ruina y miseria que haga muy, muy difícil cubrir las necesidades básicas de la mayoría de los vecinos.

Hemos de ser conscientes que Ada Colau domina un voto cautivo de ese 15% del censo electoral, y sabe a la perfección que mientras mantenga encendido el caldo de cultivo ideológico nada se hablará de gestión, o de buena administración y poco o nula importancia le daremos a los terribles datos que nos sitúan en los mayores desequilibrios sociales en democracia. ¿Alguien se ha preguntado el porqué de esta subida brutal de impuestos? ¿Por qué? La respuesta es sencilla, han caído los ingresos municipales y éstos se han de compensar con nuevos impuestos, lo que a buen seguro generará más ruina, más paro y mayores desequilibrios, así de fácil.

Pienso que, ahora sí, los barceloneses comienzan a percibir materialmente que la ciudad que conocían está en riesgo, que la política municipal va más allá de la gesticulación y de lanzar mensajes del todo populista, que las políticas valientes que usted propugna, señora Colau, han conducido a que hoy miles y miles de barceloneses estén en la situación que están. Menos Twitter y más tocho social señora Colau. Y tampoco se puede vivir de gesticulación o de explicar la vida privada de uno. Al final la verdad siempre aflora, y la verdad, señora Colau es que no podemos fabricar millones de pobres para luego decirles que les sacaremos de la pobreza.