Al igual que un cirujano inepto practicando una intervención en la columna vertebral de un enfermo, y que como consecuencia de una mala praxis y de su falta de conocimiento, deja al sufrido paciente en una silla de ruedas, pues del mismo modo ciertas políticas sobre vivienda en la ciudad de Barcelona han acabado con una patología aún mayor que la propia parálisis. La metáfora no resultaría solamente anecdótica, si no fuera porque este nefasto cirujano acabará, como es lógico, en los tribunales de justicia como consecuencia del error de haber realizado una intervención sin aquellos conocimientos necesarios para obtener un resultado satisfactorio. Eso sí, nada más lejos de las responsabilidades que tienen aquellos que dicen ser los que gestionan nuestra ciudad y que tendrían que asumir por su meridiano desconocimiento.
Muchos son los profesionales del ámbito inmobiliario que operan en nuestra ciudad y que no alcanzan a comprender la normativa vigente en referencia a que toda nueva promoción de vivienda en Barcelona debía destinar un 30% a pisos sociales. Una medida demagógica que gracias a la incomprensión del mercado ha dado como resultado en este primer año de aplicación un estrepitoso fracaso. Las cifras al respecto no engañan. El precio de la vivienda ha subido más de un 30%, en este año sólo se han presentado doce solicitudes de licencia de obras, de las cuales cinco han estado rechazadas, mientras que en el 2018 se solicitaron más de 1.000 licencias. Lógicamente muchos nos preguntamos si este es el impulso que queremos para nuestra ciudad. Por descontado que esta ciudad se ha caracterizado por su actividad económica, de creación de talento y por su diseño urbanístico. Pensemos que siempre, la arquitectura y la construcción de la ciudad, han sido decisivas para la definición de nuestra metrópolis. Y vemos con desazón, que en la actualidad no estamos pasando por el mejor momento. Las cifras así nos lo dicen y Barcelona no se lo merece.
Las políticas municipales en cuestión de vivienda tienen que estar siempre consensuadas con todos los agentes y actores que intervienen, y no impuestas sin una rigurosa reflexión que las haga viables. Al decir viables quiere decir factibles, y que sirvan como modelo para dibujar la actividad económica y social que necesita nuestra ciudad. Aportando soluciones bajo la perspectiva de tener un ideario de futuro y sostenible del problema habitacional que tiene Barcelona. Porque si no, como el pobre paciente de nuestro cirujano podemos acabar, como así ha sido, en una silla de ruedas… Una verdadera lástima.