A los barceloneses nos ha salido un grano en el culo; concretamente, en la Meridiana, donde ya hace más de cuatro meses que una pandilla de procesistas se dedica a cortar el tráfico cada tarde durante un par de horas, antes de volver a casa a cenar y ver el Tele Noticies, donde no escucharán ni una mala palabra a su respecto. Más bien al contrario: la seva, que es de la ceba, suele presentar a esa mezcla variopinta de jubilados, energúmenos con pretensiones políticas, encapuchados con tendencias violentas y demás desocupados como el último reducto del procesismo barcelonés. Nuestros políticos más cercanos también sienten mucha simpatía por los torracollons patrióticos de la Meridiana, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que Quim Torra y Ada Colau también son, cada uno a su manera, un grano en el culo de la democracia.

La gran contribución de la Guardia Urbana a la resolución de un conflicto que sus responsables políticos no ven por ninguna parte -ese conflicto, caso de existir, lo crearían los contrarios al cotidiano abuso de la paciencia de los ciudadanos que pretenden circular en coche por la Meridiana, descritos siempre como ultra derechistas, aunque solo se trate de gente que está hasta las narices de que cuatro jubilators se las toquen cada tarde de siete a nueve- ha consistido, hasta ahora, en multar a un conductor por tocar el claxon para que los manifestantes se apartaran. Por su parte, los Mossos d´esquadra tienen instrucciones de Miquel Buch de no molestarles, probablemente porque Chis Torra le ha dicho a su adlátere que los meridianos son sagrados: puede que él esté inhabilitado, y hasta que sea un inútil -de hecho, todo apunta en esta segunda dirección-, pero los meridianos le parecen el último bastión de un prusés que a muchos se nos antoja un muerto que camina por una inercia que va tocando a su fin. Ni Guardia Urbana ni Mossos d´esquadra hacen nada para restablecer el orden en la Meridiana. Si los urbanos se dedican a multar a automovilistas, los mossos observan a distancia cómo le zurran la badana a Xavier Rius, director de E- Noticies, y cuando éste se queja de su pasividad le dicen que para qué se acerca a una gente que lo detesta, acusándolo tácitamente de provocador.

Intuyo que muchos urbanos y mossos estarían encantados de moler a palos a los jubilators, antifascistas de chichinabo y ciudadanos sin nada mejor que hacer que componen las escasas tropas de los meridianos. Pero no pueden. Si de Ada Colau dependiera, la Guardia Urbana habría sido disuelta y sustituida por un cuerpo de mediadores municipales que lo arreglaría todo predicando la sostenibilidad y el buen rollito. Si de Torra dependiera, los mossos cargarían con especial saña contra quienes protestan por los cortes nuestros de cada día (dánosles hoy, suspira el vicario); de momento, se limitan a proteger a los meridianos de la legendaria irascibilidad de los fascistas españoles que se enfrentan a ellos.

Bienvenidos a Barcelona, la ciudad en la que lo legal es cortar el tráfico y lo delictivo es tocar el claxon para que te dejen pasar. Como aquellos bomberos que vi durante los disturbios de octubre, tocándose las narices ante un fuego mientras les aplaudían los que lo habían creado, la policía barcelonesa y la catalana viven en un mundo al revés que a sus jefes les parece que está del derecho. Suerte tuvo el grosero del claxon de que no lo sacaran del coche y le diesen de porrazos allí mismo. Y más suerte aún tuvo el atorrante de Rius, que salió vivo de su provocación a los meridianos cuando debería haberse llevado un buen escarmiento por su intolerancia típicamente española.

Admirables meridianos, ¡a por el quinto mes de vuestra necesaria lucha por las libertades de los catalanes oprimidos por un estado ajeno e insensible!