El obispo cardenal de Barcelona ha sido elegido presidente de la Conferencia Episcopal. Se llama Juan José Omella y se supone que pertenece al sector progresista de la Iglesia Católica. Es una suposición basada en la fe (creer en lo que no se ve). El máximo representante del estado Vaticano en Cataluña se ha apresurado a pedir una mesa de diálogo entre España y la organización religiosa. Unas declaraciones en línea con las de su jefe, el embajador de la Santa Sede, Bernardino Auza, que defiende también una negociación que acabe con la “discriminación” de la iglesia. Bueno, de momento, no hablan de que los católicos estén siendo represaliados por un estado dictatorial, aunque podrían haberlo hecho, porque cuando diversos sacerdotes, monjes y frailes bajo su jurisdicción han utilizado esas expresiones (referidas al indepentismo y a sabiendas de que son falsas), Omella ha optado por el silencio.

También mantuvo un notable silencio ante los casos de pederastia en una de las escuelas de los Maristas de Barcelona o cuando se conocieron los abusos entre los benedictinos de Montserrat, consecuencia tal vez de una interpretación errónea de la frase bíblica “dejad que los niños se acerquen a mí”.

No ha propuesto Omella, pero podría hacerlo, que la mesa de negociación la presida un católico fervoroso (eso al menos dice él) llamado Oriol Junqueras: misófilo (amante de las misas) y misógino (en la medida en que la organización a la que pertenece posterga a las mujeres y él no protesta). Junqueras sería un buen defensor de la economía eclesial. Ha repetido una y mil veces aquello de “España nos roba”, pero nunca ha dicho que quien de verdad arrambla con una pasta gansa es la Iglesia Católica: el 0,7% más la exención de impuestos. Pese a haber sido alcalde metropolitano, tampoco se le ha visto preocupado porque los impuestos se distribuyan en Cataluña de forma discriminatoria, en perjuicio del área metropolitana barcelonesa. Y era fácil, basta con reconvertir la frase: “El Pallars nos roba”.

Se podría comprender (es una forma de hablar) que no los curas pagaran el IBI por los locales destinados al culto pero es que tampoco lo pagan cuando explotan un aparcamiento (de pago) o alquilan los pisos de su propiedad. Quizás, es sólo una idea, el cardenal de Barcelona quiera llevar esos impagos a la mesa de negociación. Sobre todo teniendo en cuenta que los Evangelios sostienen que su Jesús defendió que había que dar al César lo que era del César. Y si algo es realmente del César, eso son los impuestos.

Los ingresos por donaciones en Barcelona, según los contables de Omella, superan los cinco millones anuales. No cotizan a Hacienda ni se sabe si esa cifra es verdadera o falsa porque se recauda vía cepillo en las iglesias.

La entidad Iglesia laica estima que los ingresos de la organización superan los 10.000 millones de euros anuales. En el caso de Barcelona, la diócesis recibió de la Diputación y de la Generalitat más de medio millón de euros en 2015, sólo para rehabilitar templos. Ese mismo año, sus ingresos por alquileres ascendieron a 1,8 millones de euros (un 50% más que el año anterior). Vale la pena repetirlo por si el obispo de Barcelona decide negociar el asunto con el intransigente y discriminador Estado Español: 1,8 millones exentos de impuestos. ¡Eso sí que es discriminación! Positiva, claro.

Omella es el jefe de los obispos que sostienen que el actual gobierno español pone en peligro el alma de España (sea lo que sea eso del alma española). Entre ellos, Antonio Cañizares, que dice que el país está en situación de “emergencia” por la amenaza que supone el gobierno de “socialistas y socialcomunistas”. El paso siguiente, se supone, debería ser su deposición. Por las buenas o por las malas. Y cuando los obispos se ponen a malas ya se sabe cuáles son sus soluciones: o la hoguera o el golpe de Estado que ellos llaman cruzada. Omella es también el jefe de José Luis Temes, miembro del consejo económico de la diócesis de Cantabria y número 2 de la lista de Vox al Congreso. Es verdad que no salió elegido, pese a las recomendaciones de voto del obispo Manuel Sánchez Monge. Y más cerca: Omella es el jefe de Joan Planellas, párroco que puso la bandera del 3% en la iglesia de Jofre, posteriormente ascendido a obispo de Tarragona. Lo de jefe no es un decir: la Iglesia católica no es una organización democrática sino jerárquica. Uno manda (él dice que en nombre de dios) y los demás obedecen. A cambio, no tienen que trabajar y visten ropas de raso y satén como señal de su entrega a una vida de pobreza.