En España todo se politiza. Se politizaron los atentados del 11-M en Madrid y los del 17-A en Barcelona. Lo mismo ocurre con la actual pandemia que se propaga por todo el mundo con unos datos escalofriantes. Mientras Quim Torra despotrica de Pedro Sánchez por su gestión del coronavirus, en Barcelona despertamos con informaciones preocupantes: hay aglomeraciones en el metro. Disminuyen los usuarios pero también los convoyes para transportarlos y no se respetan las distancias mínimas.
Las imágenes del metro son lamentables. Pese a los llamamientos que se habían hecho desde TMB, muchas personas han reproducido una jornada habitual y se han desplazado a sus puestos de trabajo en transporte público. Sobre todo, en metro. La misma inseguridad y temor se vive en los autobuses de Barcelona, con muchos conductores expuestos al contagio y algunas bajas por culpa del coronavirus.
Al coronavirus debemos combatirlo desde la sensatez y la prudencia. El bien común está por encima del bien personal. Las consecuencias económicas serán sonadas, sobre todo en algunos sectores, pero ahora toca erradicarlo con medidas eficaces. Cualquier negligencia (y mucho más la multiplicación de errores) alargará el sufrimiento de una población que vive una realidad totalmente desconocida, recreada hasta ahora en muchas películas pero inimaginable para la inmensa mayoría.
Barcelona debe adaptarse al nuevo escenario. Cualquier precaución es poca y desde el Ayuntamiento debe liderarse esta lucha. Una lucha que no entiende de ideologías ni clases sociales. En China la agonía parece que remite, pero en Italia pagan las consecuencias de una mala planificación. Estamos avisados y no aprendemos. El caos del metro no puede repetirse. El coronavirus no debe colarse por la imprudencia de muchos usuarios.