Estos días de confinamiento, el planeta se está tomando un respiro. La declaración del estado de alarma el pasado 13 de marzo obligó a una gran parte de la población a quedarse en sus casas, lo que ha conllevado una drástica reducción del tráfico y movimiento de personas. A consecuencia de ello, se está registrando una bajada histórica en las emisiones de CO2.
Empecemos por China, el epicentro del COVID-19 y el país que más CO2 emite. En febrero, se estima que las emisiones del país asiático se redujeron en un 25%. Las imágenes de satélite de la NASA mostraban la drástica reducción en los niveles de dióxido de nitrógeno (gas de efecto invernadero que afecta negativamente a la calidad del aire) en lo que llevamos de año, primero en China y ahora en Europa.
También la Agencia Espacial Europea mostraba estos días la disminución significativa de concentración de contaminantes en grandes ciudades de Europa como Milán, París, Madrid y ahora también Barcelona.
La pasada semana (del 21 al 25 de marzo), los niveles de dióxido de nitrógeno de Barcelona bajaron entre un 70% y un 80%. Sólo hace falta mirar el mapa interactivo del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) para ver los niveles de dióxido de nitrógeno a tiempo real. Estos días, las bolitas del mapa son casi todas azul y verde cuando en otras circunstancias hubiesen sido en su mayoría naranjas o rojas.
Cabe destacar que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación atmosférica causa alrededor de siete millones de muertes al año. Eso significa que el 10% de las muertes del mundo son a causa de la contaminación. En España son más de 10.000 al año.
En unas semanas se levantará el estado de alarma y dejaremos de estar confinados en nuestras casas. Lo más seguro es que muchos salgan de la cuarentena con ganas de aire fresco y lo tendrán, el más fresco en décadas. Pero, ¿por cuánto tiempo? Muchos cogerán el coche y se escaparán a la montaña o a la playa, otros cogerán un avión y se irán de viaje. La gente volverá a las oficinas y los coches volverán a atascar la ciudad. El humo volverá a llenar las calles de Barcelona y no nos habrá dado tiempo ni tan siquiera a respirar ese aire fresco.
Cuando todo esto acabe, frase muy recurrida estos días, tenemos que acordarnos de ese aire fresco y hacer todo lo posible por preservarlo. Cambiemos algunos de nuestros hábitos, exijamos a las empresas que cambien algunos de sus modelos de funcionamiento. Estamos demostrando que las oficinas no han de estar llenas para rendir. Si limitamos el tráfico de trabajadores, reduciremos también nuestro impacto de CO2 y dióxido de nitrógeno. Pensemos en la proximidad al comprar productos. Seamos conscientes del impacto de nuestras acciones.
Cuando todo esto acabe, démosle por fin un respiro eterno a nuestro planeta.