Empezamos la «crisis» del coronavirus con el cierre de los servicios de bicicleta pública, como el Bicing y amonestando a las personas que utilizaban habitualmente este medio de transporte para sus desplazamientos. En esos primeros momentos todavía se podía ir a trabajar y se aconsejaba usar los transportes públicos colectivos. Se aumentaba su frecuencia, para intentar, en vano, que los autobuses o vagones de metro o tranvía fueran mas vacíos, para que las personas usuarias pudieran mantener la aconsejada distancia de seguridad para evitar los contagios.
El vehículo a motor privado continuaba ofertándose como la mejor opción individual para desplazarse y las personas que podían ir al trabajo o a hacer las compras usando la bici éramos vistos como infractores del estado de alarma.
En los controles policiales, además de justificar la dirección y el hecho del desplazamiento, tenías que justificar por qué usabas la bici. Los automovilistas, en cambio, pasaban los controles rápidamente y sin discusión si el motivo del desplazamiento estaba justificado.
Viendo el gasto y los esfuerzos para desinfectar a diario un transporte público colectivo usado por muchas personas, durante ese periodo cuando actividades laborales aún se podían realizar, parece inexplicable por qué no se ofrecía la oportunidad de utilizar un transporte publico individual, como el Bicing, más económico y fácil de desinfectar.
Las personas que usan a diario en Barcelona el Bicing, si han tenido que ir al trabajo, se han visto obligados en su mayoría a usar un transporte público como el metro, el autobús o el tranvía, con mucho más riesgo de contagio que en una bicicleta. El número de personas que toca cualquier elemento de «agarre» en un transporte colectivo acrecienta el riesgo de contagio con cientos de posibilidades con respecto a tocar el manillar de una bicicleta publica, fácil de limpiar hasta por el mismo usuario, o simplemente reduciendo la posibilidad de contagio llevando tus propios guantes, como ya hacemos normalmente muchos ciclistas.
Todas estas anomalías se entienden fácilmente por la falta de aceptación socialmente de la bicicleta como un vehículo. El coronavirus saca a flote los prejuicios que tienen hacia la bicicleta muchas personas, incluyendo a policías y políticos municipales, autonómicos o estatales.
Las personas usuarias habituales de la bicicleta estamos acostumbrados a la incomprensión de los otros usuarios de la vía, que continúan sin entender que puedas circular con una bicicleta hacia una gran superficie de las afueras de una población, o por vías de más de un carril compartiendo la calzada o simplemente para ir de una población a otra. Muchos no entienden que lo hagamos, y aún creen que no tenemos derecho a hacerlo. Están acostumbrados a creer en su propia ley.
Estos primeros días, antes de llegar al estado de alarma, teníamos que añadir a esa incomprensión la extrañeza y de nuevo los improperios y malas caras, porque te desplazas en bicicleta «¡que en la tele han dicho que está prohibido usar la bici!»
El coronavirus afecta a la mentalidad de muchas personas y los retrae a años atrás, cuando la bicicleta era un mero elemento deportivo. Sí, se ha prohibido hacer deporte, y entre los muchos que se practican al aire libre está el ciclismo, pero no se ha prohibido el uso de la bicicleta. Se han anulado los grandes premios de motociclismo y automovilismo, pero nadie interpreta que no se pueda circular en coche o moto.
Con el estado de alarma se acrecentó la incomprensión y los agentes y la población en general continúan sin entender que aunque realices un desplazamiento de pocos metros, es mucho más saludable y «anti-contagios» hacerlo en bicicleta que andando por la acera, donde cruzarse con otras personas es inevitable.
Con esta situación generada por la gestión de la crisis del coronavirus, donde las incoherencias están a la orden del día, ya que según mi opinión y sin entrar en preferencias políticas, se toman medidas sin pensar en como llevarlas a cabo, resulta que en la misma rueda de prensa se desaconseja el uso de la bicicleta mientras que se permite la distribución de comida a domicilio. Vaya por dios, resulta que en las grandes ciudades, la mayoría de los repartidores de comida, ¡circulan en bicicleta!
Después de los días de alerta máxima y de pasar la Semana Santa, hemos vuelto a la casilla de salida y se vuelven a permitir los desplazamientos para ir a trabajar. Con la velocidad a la que se están estudiando las consecuencias del coronavirus llegan noticias de que la contaminación atmosférica es un agravante en los casos en que la enfermedad supone un riesgo de muerte o de complicaciones.
Se empiezan a oír voces de que se está preparando el proceso de desconfinamiento de la población y, oh sorpresa, oficialmente se aconseja que se use prioritariamente la bicicleta para los desplazamientos en las primeras fases de este desconfinamiento.
El coronavirus ha demostrado que el sistema sanitario del país no estaba preparado para esta pandemia, y lo que nos va a demostrar al desconfinarnos es que nuestras poblaciones y vías de circulación tampoco están preparadas para los consejos de uso de la bicicleta que ahora nos proponen.
El confinamiento ha hecho desaparecer de la circulación a muchísimos vehículos y la salud general se ha visto beneficiada. Es el momento de que estos ministros y técnicos que nos aconsejan usar la bicicleta nos ofrezcan la forma de hacerlo de forma segura y eficiente.
Se está hablando constantemente en los medios de comunicación de que el coronavirus conllevará cambios sociales en negativo, que la forma de relacionarnos será totalmente diferente. Sería bueno que esta pandemia nos libre de un mal que esta enquistado en la sociedad, el uso abusivo de los vehículos contaminantes.
Muchas personas, igual que han seguido obedientemente los consejos de quedarse en casa, ahora saldrán a pedalear por las calles, muchos por primera vez. Queda tiempo para el momento en que salgamos de nuevo a la calle, por lo que aprovechando que están libres de coches, es el momento de provocar un cambio social en positivo. Es prioritario construir carriles bici en la calzada de forma inminente, que el vehículo de motor contaminante no recupere ese espacio que el coronavirus ha liberado.