En las últimas horas la historia de la ciudad de Barcelona registra tres protagonistas. En primer lugar, el que ha pasado con nota sus tareas al frente de la regidoría de Seguridad. Albert Batlle ha logrado que Barcelona supere una verbena de Sant Joan complicada. El regidor saltó a la palestra al inicio de la semana anunciando en una entrevista que tenía la intención de liderar una nueva alternativa electoral, una alternativa en la que el catalanismo volviera al centro de la política catalana. Batlle planteó dar un paso uniendo el catalanismo tradicional junto con el soberanismo alejado de veleidades rupturistas, con el objetivo de trabajar por la reconstrucción económica y social, pero también de la política.
Solo pasaron 48 horas, y Batlle ha demostrado que mientras esté al frente de la Seguridad de Barcelona hará su trabajo al margen de sus legítimas aspiraciones políticas. Y si da el paso, dejará sus responsabilidades como ha afirmado estos días. Batlle ha demostrado que lo uno y lo otro es compatible. Lo ha demostrado en una verbena complicada, la primera tras la llegada de la normalidad y aquejada de todas las incertidumbres. Ha estado a la altura el concejal Batlle a la sazón también en estos días alcalde accidental de Barcelona.
Sorprende que la alcaldesa haya optado por abandonar la ciudad para disfrutar de un descanso durante la verbena. Ha salido todo bien, pero podía haber salido todo mal. En estos días que se pide permanentemente responsabilidad a los ciudadanos, la alcaldesa ha hecho caso omiso de su responsabilidad. Colau tiene el derecho, como lo tiene todo el mundo, de tomarse un descanso. Podría hacerlo este fin de semana, por ejemplo. Pero abandonar la alcaldía ante una verbena con medidas cautelares, con playas cerradas, con mucha gente en la calle, con interrogantes sobre el comportamiento de los barceloneses, era su obligación estar al frente del consistorio no hacer “mutis por el foro”. Una vez más, Colau no ha estado a la altura.
La que tampoco parece estar a la altura, ni siquiera estar en su sitio, es la concejal Elsa Artadi. La líder de Junts per Catalunya ha pedido que la ciudad retire la medalla de oro de Barcelona a Felipe González. El motivo el informe que se ha publicado recientemente de la CIA. Sabemos que la señora Artadi no tiene ni idea de las líneas de metro de Barcelona. No sabe identificar qué color tiene cada línea, pero también parece que lo de leer y estar informada no pasa tampoco por una de sus costumbres.
El informe de la CIA que se ha conocido en estos días ha hecho las delicias de Bildu, ERC y JxC. Sin embargo, el informe no es nuevo. Fue desclasificado en 2011 y ni entonces, ni ahora aporta nada nuevo sobre los GAL. Si la señora Artadi, también el señor Rufián, se hubiera tomado la molestia de leerlo hubiera visto que el informe de la CIA estaba a la altura del elaborado por la Guardia Civil sobre el 8-M y la pandemia. Un simple corta y pega de lo publicado por los medios de comunicación. En este caso, la información de la CIA, que no aporta ninguna nueva prueba ni nada que lo parezca, se limita a reproducir un reportaje de 1985 publicado en Cambio 16. La señora Artadi ha aprovechado la ocasión para aparecer en los medios. Su tarea en la oposición ni está ni se le espera, pero con este caso intenta sacar la cabeza. Lástima que no se haya leído el informe de la CIA. Espero que al menos, un año después de las elecciones ya se haya aprendido cuales son las líneas de metro de la ciudad. Colau recibirá este tema en su mesa en los próximos días, si no se encuentra de vacaciones. La alcaldesa debería centrarse en lo importante y dejar al pairo un tema que no existe porque no hay ninguna prueba más, que desaparecerá una vez pasen las elecciones vascas. Estas son tres formas de hacer política en la ciudad. Valoren ustedes mismos.