La decadencia del Barça exige respuestas drásticas. Soluciones valientes. Impopulares y dolorosas. El varapalo del Bayern certificó una caída que comenzó al día siguiente del triplete de 2015, con Josep Maria Bartomeu en la presidencia, Luis Enrique en el banquillo y Leo Messi en el campo. Desde entonces, el fútbol vertiginoso del equipo ha menguado por una política de fichajes errática y un lento descenso de las prestaciones del astro argentino, cada vez menos decisivo en el campo y más caprichoso y arrogante en sus peticiones a la secretaría técnica y la junta directiva.
Messi ya ha escrito sus mejores obras en el Barça. Muchas, maravillosas. Únicas. Eternas. En los últimos años, peor acompañado, solo ha exhibido destellos de su gran clase. No es lo mismo tener a Xavi e Iniesta de socios que juntarse con Arturo Vidal o la versión actual de Rakitic. Tampoco Piqué es el central que lo controlaba todo ni Luis Suárez muerde como antes. Con un fútbol mucho más simple y un tono físico bajo mínimos, el Barça ya no es un equipo competitivo en Europa.
El Barça, en la última década, ha sido el Barça de Messi. Con Guardiola, Vilanova, Martino, Luis Enrique, Valverde y Setién. Ningún futbolista ha sido tan determinante en la historia del club, con un rendimiento tan alto durante tantos y tantos años. Pero Leo, hoy, es más problema que solución. Todo, absolutamente todo, gravita alrededor del crack, que ni se inmuta cuando el equipo pierde una pelota y pasea su desidia por cualquier campo.
Desde la eclosión de Messi con Guardiola, el Barça juega para Leo. Hoy, su elevada ficha no tiene sentido. Tampoco la de su amigo Suárez. Entre ambos ganan más de 100 millones de euros por temporada, un disparate en plena caída futbolística. Ambos tienen un año más de contrato garantizado y difícilmente un club podría asumir sus fichas y pagar un traspaso interesante. Pero su permanencia en el club incrementará los males de un equipo que necesita un plan renove inmediato.
El Barça, a menos de un año de las elecciones presidenciales, necesita un cambio radical. Bartomeu debe mover ficha. Setién y Abidal serán los primeros en caer. Sus despidos están cantados. Luego tocará cortar cabezas en la plantilla. Analizar el rendimiento de cada futbolista y escuchar todas las ofertas del mercado. Nadie es intocable y mucho menos Messi, con quien el Barça se ahorraría un pastizal si cambia de equipo. También esquivaría muchas tensiones provocadas por la autoridad del delantero y las presiones de su entorno familiar.
El futuro pinta mal, pero el Barça ya supo regenerarse en 2003 y 2008 después de tocar fondo. Con menos dinero, el club debe ser ingenioso y sensato. Los fichajes de tres cifras han sido un lastre para la entidad. El futuro pasa por incorporaciones con sentido común y cantera. Futbolistas como Riqui Puig, Ansu Fati, Pedri, Monchu, Collado, Iliaix y Araujo tienen talento suficiente para jugar en Primera División. No triunfarán todos en el Camp Nou, pero ellos merecen una oportunidad. Y, sin Messi, la renovación del Barça será mucho más sencilla.