No sé lo que hay que hacer en Barcelona para conseguir que te detengan. Leo que unos tipos que acababan de darle el palo a un turista han sido identificados por la policía y puestos en libertad. Parece que robar, o intentarlo, ya no es un motivo de peso para pasar la noche en el cuartelillo. Liarse a guantazos siendo boxeador, tampoco. Ahí tenemos el caso del italiano Federico Colombi, digno de figurar en una antología del disparate. El tipo se toma unos chupitos en un bar, se niega a pagarlos y luego se pone a repartir sopapos entre los camareros del establecimiento y los Mossos d´Esquadra personados en el mismo para convencerle de que apoquine. Pese a agredir a agentes de la ley, Colombi no es detenido. Viendo que Barcelona es un chollo para los energúmenos como él, a la noche siguiente protagoniza otra tangana que también acaba con la llegada de la policía: una vez más, esquiva la detención y observa, como empezamos a pensar todos, que en Barcelona es prácticamente imposible ser detenido, que esto es Can Pixa y el paraíso del incívico y el sociópata. Cuando vuelva a Italia, supongo que el señor Colombi recomendará a todos sus amigos y conocidos que visiten nuestra ciudad, donde se puede hacer el cafre con absoluta tranquilidad y hasta pegar a la pasma, que no pasa absolutamente nada.

Hace años corría por Barcelona un tarado que iba siempre en pelotas y luciendo un vistoso anillo que le colgaba del ciruelo. Deambuló de esa guisa durante meses porque, al parecer, no había ninguna ley escrita que lo prohibiese. En una ciudad normal, el exhibicionista hubiese sido detenido ipso facto por la policía y, tras apagar las cámaras delatoras, sodomizado en una celda con una o varias porras reglamentarias, remedio mágico que le habría hecho pensar de inmediato en la urgente necesidad de salir a la calle vestido. Pero aquí hubo que redactarle una ley a medida para conseguir que dejara de socializar su chorra, lo cual debió lograrse, intuyo, ya que no me lo he vuelto a cruzar. Puede que ahora haya que redactar una ley que prohíba apalear a policías, aunque uno, en su ingenuidad, creía que esa ley existía desde tiempo inmemorial.

Igual está corriendo la voz de que Barcelona es una ciudad en la que puedes, entre otras alegrías, pasear en pelotas y pegar a la pasma, también es la ciudad más comprensiva con la okupación de domicilios ajenos, encabezando el ranking de esta discutible práctica en España. Tú sales a por tabaco, aunque ya no puedas fumar en la calle gracias a una nueva y brillante idea de nuestros políticos y, cuando vuelves a tu apartamento, no puedes entrar porque un jeta se te ha colado dentro, ha cambiado la cerradura y te remite a su abogado para comentar la coyuntura. Todos hemos visto la foto de la tiparraca que se coló en casa ajena y le dijo a la propietaria que hablara con su abogado: la individua no tiene dinero para pagar un alquiler, pero sí para asegurarse los servicios de un abogado, ya se sabe que en esta vida todo es cuestión de prioridades.

Ahora que lo pienso, creo que sí hay una manera infalible de que te detengan. Basta con que le partas la cara al saco de mierda que se te ha colado en casa para acabar en el cuartelillo. E intuyo que, si delegas el correctivo en una empresa como Desokupa y a alguno de sus empleados se le va la mano en el desalojo, también puedes acabar entre rejas. Pero dejando aparte este tema, Barcelona te permite hacer el animal sin tasa y sin pagar por ello. No sé a qué esperas para visitarnos, cafre internacional. ¡Aprende de Federico Colombi!