Septiembre solía ser la tabla de salvación para los que tenían asignaturas pendientes y la última oportunidad de enmendar los errores del pasado más inmediato. Como si del septiembre estudiantil fuera, el gobierno de Colau y Collboni se enfrenta a su propia reválida tras un curso donde han ido acumulados suspensos de manera más que preocupante.
Barcelona ha alcanzado máximos históricos de inseguridad, lidera las okupaciones ilegales en España, mantiene una peligrosa dejadez en les cuidado de los espacios públicos y una imagen internacional en caída libre. A todo esto, se añade la crisis sanitaria, social y económica que está sirviendo para poner de manifiesto la incompetencia del gobierno de Colau, dejando atrás y desamparados a miles de personas y familias vulnerables.
Lo trágico es que no haya utilizado todo este tiempo para escuchar, para reconocer los errores propios y para rectificar. Falta generosidad, falta humildad, pero también falta espíritu de liderazgo y capacidad de gestión. Se sirve de la opacidad y continúa jugando para sacar rédito electoralista. Prescinde a sabiendas de crear un clima y relación de confianza con todos los agentes sociales, económicos y políticos en el que basar el consenso que necesita la ciudad. Ni en tiempos de crisis sanitaria, este gobierno ha sido capaz de gobernar para todos los barceloneses, al contrario, sus políticas sectarias se han acentuado.
No pocos hemos sido los que les tendimos nuestra mano para revertir esta situación con una visión crítica, pero responsable, aportando soluciones a los problemas de la ciudadanía, entendiendo que el momento actual requiere diálogo y lealtad institucional. Hasta el momento seguimos esperando una respuesta.
Sin embargo, Colau y su telonero, el PSC, han aprovechado la pandemia para tres cosas. Aprovechar para imponer algunos de sus postulados ideológicos (en movilidad e impuestos) por la vía de la política de hechos consumados. Continuar con la propaganda de ese liderazgo ficticio de la alcaldesa. Jugar la estrategia de desviar la atención de sus responsabilidades y competencias, a ratos se diría que preferirían no tenerlas.
La falta de liderazgo y de gestión del gobierno municipal dificulta enormemente la recuperación de Barcelona. Urge un nuevo impulso, una nueva forma de hacer política, que asuma el liderazgo económico y social de la ciudad en todo el entorno metropolitano y que abandone de una vez por todas el sectarismo ideológico con el que se lleva mal gobernando la ciudad desde 2015.
La alcaldesa debe renunciar a su intransigencia si no quiere abocar a la ciudad a la peor crisis económica y social de su reciente historia. Negándose a reconocer los problemas, a escuchar a todos los sectores económicos y sociales de la ciudad y al resto de fuerzas políticas. Parapetarse en la ideología no ayuda a revertir una situación compleja que requiere un liderazgo que Colau es incapaz de asumir.
Es el momento de capitanear desde el Ayuntamiento la reclamación del superávit municipal que el gobierno del PSOE y de Podemos ha sustraído a los barceloneses. Es el momento de exigir con determinación el pago de la deuda que mantiene la Generalitat con Barcelona. Es el momento de aplicar un mayor esfuerzo desde el municipio y de volcarse con las familias y la reactivación económica de la ciudad.
El gobierno sociocomún no puede seguir fiándolo todo a posibles soluciones de las otras administraciones mientras los barceloneses desesperan. La ciudad necesita políticas equilibradas, sensatas y responsables, donde se anteponga el interés general al interés de la propia alcaldesa y de sus afines. Y las necesita ya.
Es el momento de ser realistas, de las soluciones pragmáticas y de estar al lado de quien más lo necesita. Esto no se consigue sableando a impuestos a los ciudadanos como ha ocurrido con el tripartito de facto que gobierna la ciudad. Nos enfrentamos a un nuevo curso político con numerosos retos por delante. Colau y Collboni no han hecho los deberes de verano ante lo mucho que nos jugamos los próximos meses.
Para subsanar todo esto nosotros les seguimos esperando para trabajar en dos puntos que consideramos que son vitales en estos momentos: la revisión de las ordenanzas fiscales para retirar aquellos incrementos que se han revelado tan dañinos como les advertimos y la elaboración de un nuevo presupuesto que ponga todo el peso en los planes de recuperación de las familias y de todos los sectores más desfavorecidos por esta crisis.
Luz Guilarte es la presidenta del grupo municipal de Ciutadans en el Ayuntamiento de Barcelona