“Ante la impunidad de la corrupción política, policial, mediática…. Hay héroes anónimos cotidianos como Metromuster, La Directa. Ciutat Morta”. Así, contundente, sin matices, la entonces activista Ada Colau daba pábulo a la denuncia de un angélico Rodrigo Lanza. Un activista antisistema masacrado por una conspiración que lo culpabilizó de dejar tetrapléjico a un guardia urbano en el desalojo de una casa okupada. Daba pábulo, y desde su entorno se entronizaba la mentira de Lanza con testimonios de Gerardo Pisarello y de Jaume Asens, que tenía por cliente a Lanza. Orquestaron entre todos una campaña, que TV3 blanqueó con la emisión de Ciutat Morta en hora de máxima audiencia.
Como recordaba hace unas semanas Metrópoli Abierta, en Metromuster la productora de Ciutat Morta que se define como “culturas audiovisuales emancipadoras” y sigue calificando en su página web al documental como “uno de los peores casos de corrupción policial en los últimos años en Barcelona”, estaba plagado de colaboradores de la Colau alcaldesa, que nunca dejó de ser activista. Colaboradores y subvenciones a sus entornos, como las recibidas por Iridia, un centro fundado y presidido por la madre del angélico Lanza, condenado asesinato en Zaragoza, y que provenían de concejalías como la presidida por el entonces teniente de alcalde Jaume Asens.
La condena de Lanza ha puesto en tela de juicio la veracidad de Ciutat Morta que fue muy bien aprovechada por Colau en las elecciones de 2015 porque ella, y sólo ella, se presentaba como la solución a una ciudad fracasada que no sólo era irrespirable para los ciudadanos sino que además reinaba la impunidad y la corrupción. Nunca se acordó del guardia urbano.
En los últimos días, el exalcalde Jordi Hereu y el concejal de Seguridad, Albert Batlle, se han mostrado partidarios de retirar el premio a Ciutat Morta. Me apunto, sin ningún género de dudas. Ciutat Morta era una mentira, pero no era burda. Construía un relato al que mucha gente se sumó harta del mal gobierno de la ciudad y de una sociedad que daba la espalda a los más vulnerables. Pero, era mentira. Se sustentaba en suposiciones, que el relato audiovisual transmitía como verídicas e incontestables, al servicio de una opción política, la de Ada Colau.
Ahora la alcaldesa, a la vista de las evidencias, puede enviar de vacaciones a la activista, como acertadamente le decía la pasada semana Jordi Hereu, y ejercer de alcaldesa. Pedir perdón a la familia del guardia urbano herido, dar la cara por el cuerpo de la Guardia Urbana, y asumir el error retirando el premio a la bazofia. Parece que en breve llegará al pleno una petición impulsada por la oposición. Los comunes deberían asumirla si tienen intención de reivindicar la política, y los socialistas de Collboni tomar el testigo de la opinión de Jordi Hereu y Albert Batlle.
También los independentistas de ERC y Junts per Catalunya deberían asumir su error. No hay que olvidar que por aquellas fechas ya les vino bien poner en cuestión al estado español, y la alcaldía del PSC era un caramelo difícil de rechazar. Fueron cómplices de una mentira. Sería sano que no se pusieran de perfil como hicieron hace unos días con la retirada de la medalla a Heribert Barrera. Ara és l’hora de enmedar un error.