Seguramente sabrá usted más cosas ahora que lee que yo cuando escribí estas líneas. Sabrá qué ha decidido o dejado de decidir la Generalitat sobre el toque de queda, el confinamiento o, como dice un amigo mío, el confitamiento. Lo cierto es que puede suceder cualquier cosa y es difícil que sea alguna buena, porque nuestros líderes patrios corren de un lado al otro como gallinas descabezadas, sin saber qué hacer.
A ver, que esto sucediera en febrero y marzo es una cosa, pero que suceda más de medio año después, no es de recibo. Las pruebas, los rastreadores, el refuerzo de la sanidad pública en los CAP, los planes de refuerzo en la escuela, en los transportes públicos, en la gestión de las rentas de los ERTEs o las rentas garantizadas… Han tenido medio año para prepararse y si estamos como estamos lo debemos a personajes con nombres y apellidos que ocupan lugares de responsabilidad en el Estado, la Comunidad Autónoma y el Ayuntamiento, que son manifiestamente ineptos.
El público percibe pocas razones para el optimismo. Vayan contando los carteles de «Disponible», «Se alquila», «Se vende», «Traspaso», «Liquidación por cierre» y compañía, más los bares y restaurantes cerrados con que uno tropieza en cualquier paseo. A uno se le cae el alma a los pies. Las cifras estadísticas también son estremecedoras. Uno de cada seis trabajadores en activo necesita ayuda para poder llegar a final de mes y está en riesgo de pobreza, por ejemplo, y la pobreza infantil afecta a uno de cada tres niños catalanes. También podemos hablar del destrozo causado estos últimos diez años en la sanidad pública, la educación, los servicios sociales, la ciencia o la cultura en Cataluña, que es Barcelona y alrededores. El Estado del Bienestar ha sido concienzudamente despellejado y destrozado.
Los impulsores de esta catástrofe, cuyas consecuencias a largo plazo todavía no concebimos, resulta que salen en los periódicos por acciones que son cualquier cosa menos bonitas. Los escándalos sobre abusos sexuales arrastrados y tapados durante años ensucian el funcionamiento interno de JxCat, la CUP y ERC, pero también de la radiotelevisión pública. Luego está el asunto del 3%, no más que la puntita del iceberg de un sistema sociopolítico basado en el clientelismo, el amiguismo y lo que se conoce como «omertà». Pura mafia, y como en la mafia siciliana, uno de los incausados, viéndolas venir, ha comenzado a cantar ópera y pronto tendremos el coro de «Nabuco», ya lo verán.
Lo más reciente ha sido el arresto del Sanedrín por orden de un juez instructor, en una causa en la que ya están siendo investigadas unas cincuenta personas. Esos personajes, que actuaban a buen resguardo y sin exponerse demasiado, están acusados de malversación de fondos públicos, prevaricación, tráfico de influencias, blanqueo de dinero y desordenes públicos. Creían que no los pillarían.
En lo poco que se sabe de la causa cuando escribo, se habla de millones de euros en total, de chanchullos urbanísticos y recalificación de terrenos, de desvío de subvenciones a ayudas a ONGs, de lindezas por el estilo. Uno de los arrestados, Vendrell, ejerció una vez de «conseller» y pidió a los funcionarios bajo su tutela una «cuota» para ayudar a su partido (ERC). Otro, Madí (CDC), anda de directivo en Aigües de Catalunya, que depende de un grupo industrial y inmobiliario liderado por un castellonense muy bien relacionado con el PP de Valencia. Aprovecha su influencia política para conseguir contratos de abastecimiento de agua con ayuntamientos «indepes» y no es la primera vez que hace «cosas raras», puesto que saltó a la fama cuando falsificó unas encuestas electorales en los últimos años del pujolismo. Etcétera. Comparten, con el resto de sus amigos y conocidos, encausados o no, una idea patrimonialista de la Administración Pública catalana. Pujolismo mafioso en estado puro.
Pero, claro, pintan todo esto con colorines y lo tapan con banderitas. Se mean en nuestra cara y sus fieles seguidores dicen que llueve. Crean una Agencia Catalana del Espacio, trufada de cargos directivos, y Cataluña ha sido la última Comunidad Autónoma en tener la aplicación del radar covid… porque ya la tiene, ¿no?
Es muy duro sostener que tenemos el gobierno que nos merecemos, porque en justicia nadie se merece esto. Pero es el gobierno que votamos. El problema es que dos millones de personas votarían a un ornitorrinco si les dijeran de votarlo, sin cuestionar la elección.