El jueves pasado circularon por las redes sociales unos vídeos sobre las colas tremendas que se habrían formado en las salidas de París por gentes que pretendían huir de las restricciones a la circulación y las medidas de confinamiento anunciadas por el Gobierno de Emmanuel Macron. Al verlas, la primera reacción fue de incredulidad. No puede ser, eso es propio de españoles, pero nunca de nuestros civilizados vecinos del norte, se decía uno para sus adentros. Sin embargo, las imágenes resultaron ser reales porque, como los del sur, los gabachos son muy suyos e indisciplinados cuando hace falta. Parece que el civismo ya no vive en Europa, ni siquiera en el norte del continente; se ha mudado mucho más al este.

Esas colas coincidían con las noticias que llegaban de la escalada de contagios en la propia Francia, Alemania, Portugal, Italia, todo nuestro entorno, incluidos --como se ve-- países que en no pocas ocasiones hemos puesto como ejemplo del buen hacer de sus gobiernos, en contraste con el nuestro; o los nuestros, si tenemos en cuenta las administraciones autonómicas, provinciales y locales.

Las cifras que se registran en el resto de Europa, y del mundo, cuestionan todos los consejos sanitarios y las certezas científicas de estos momentos. No sabemos por qué la infección se extiende a esta velocidad, altísima en todos los territorios independientemente de las medidas profilácticas que se aplican en cada uno de ellos. La única verdad parece ser la irresponsabilidad individual de una buena parte de la población, que aparenta tomarse a broma el asunto. Y los atascos parisinos no son la única prueba de esa pulsión descerebrada. La economía española creció nada menos que un 16,7% en el tercer trimestre, una recuperación en forma de una V rabiosa, pese a los malos augurios de algunos expertos. Y el dato más significativo es que esa remontada se produjo gracias a un incremento del consumo de los hogares del 20,7%, en contraste brutal con el trimestre anterior: -21,5%.

En cuanto se acabó el confinamiento decretado en marzo, los españoles nos lanzamos a salir y a gastar como si fuera a acabarse el mundo. Pero, ojo, que la economía francesa creció aún más: un 18%. Italia mejoró un 16%; y Portugal, un 13%. O sea, que nuestros vecinos hicieron lo mismo: todos a la calle.

Tristemente, parece que confiar en la voluntad de los ciudadanos está condenado al fracaso, como debe deducirse del comportamiento de los barceloneses en este primer fin de semana del nuevo confinamiento. La Generalitat prohíbe la movilidad entre municipios, y el tráfico cae un 75% en la entrada de Barcelona en comparación con el mismo sábado del año pasado. El Ayuntamiento de Barcelona, por boca de su presidenta, Ada Colau, pide a los ciudadanos que eviten las concentraciones, y se amontonan en las playas.