PSOE, Podemos y ERC aprueban que el castellano deje de ser lengua vehicular en la Educación. Este ha sido uno de los titulares que más hemos leído en los últimos días y reabre de nuevo al debate sobre la inmersión lingüística. Debate interesante sobretodo si lo centramos en la afectación que tiene en Barcelona y su área metropolitana.
Según el Baròmetre de la Comunicació i la Cultura del Institut d’Estudis Catalans de marzo de 2011 el 56,7% de los catalanes son castellanohablantes. Tiene sentido pensar que esos números son incluso mayores si hablamos de la ciudad de Barcelona y su área metropolitana. Si la mayoría de los catalanes tienen el español como lengua materna ¿qué sentido tiene que el gobierno de España facilite la perpetuación de un modelo que penaliza la enseñanza básica para más de la mitad de los niños catalanes?
Como bien ha señalado mi amigo Juan Claudio de Ramón en múltiples ocasiones, todos los argumentos a favor de la inmersión lingüística obligatoria y uniforme en una sociedad bilingüe no tienen sentido.
Las razones que llevan a los nacionalistas a defender el modelo de inmersión lingüística son única y exclusivamente políticas. Estas las entiendo perfectamente. Cuanto más lejos quede todo lo que suene a España, mejor. Hasta ahí todo es sencillo de procesar.
Lo que me cuesta entender son las razones que llevan a parte de la izquierda de este país a ceder a las pretensiones del separatismo haciendo que el español deje de ser lengua vehicular en la educación.
Oíamos hace unos días a un diputado socialista afirmar “soy castellanohablante, alumno de la primera clase de inmersión lingüística en Catalunya, lo que me permitió hablar y querer de la misma forma el catalán y al castellano”. Antes estas afirmaciones es pertinente preguntarse: ¿Cómo es posible que enseñando en una sola lengua se pueda llegar a dominar y a amar dos?.
La verdad es que, con independencia de lo absurdo que pueda parecerme el razonamiento subyacente en dicha afirmación, lo que más perplejo me deja es que, los socialistas catalanes sigan defendiendo un modelo que perjudica a muchos de los niños catalanes con independencia del amor que cada uno de ellos tenga a las diferentes lenguas de nuestro país. No tiene sentido ni tan siquiera centrándonos en un criterio puramente electoral teniendo en cuenta que la gran mayoría de votantes socialistas son y han sido castellanohablantes.
No entiendo la obsesión que tienen algunos con la inmersión cuando la UNESCO nos dice desde hace décadas que lo mejor para el desarrollo del aprendizaje es que cada niño aprenda en su lengua materna. Desde dicho organismo llevan promoviendo la enseñanza en el idioma materno desde 1953, pero a algunos parece no importarles lo más mínimo. Al final uno ya no sabe si la defensa de la inmersión lingüística por parte de quienes supuestamente no son nacionalistas es un ejercicio de cinismo o es sencillamente que han decidido tragarse el argumentario nacionalista hasta acabar creyendo en él. Llega un punto en que lo único que pido es que quien quiera defender la exclusión forzosa de la lengua española como vehículo de aprendizaje no se esconda tras razonamientos pedagógicos falaces. La inmersión lingüística perjudica en el proceso de aprendizaje a quienes tienen el español como lengua materna. Y en Barcelona son mayoría.
Existen múltiples estudios que demuestran que la inmersión es un autentico fracaso. Uno de los más interesantes es probablemente el que realizó Convivencia Cívica Catalana desmintiendo la mayoría de los mantras que ha utilizado el separatismo.
Hay decenas de razones por las que oponerse a perpetuar el modelo de inmersión. Si antes he hablado de la UNESCO ahora puedo hablar de la Unión Europea. El Comité de Expertos independientes del Consejo de Europa publicó en 2008 un estudio en el que se supervisaba la aplicación en España de la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias y, en él, se invalidó rotundamente el modelo de inmersión lingüística obligatoria aplicado en Cataluña.
Durante años nos han vendido un relato que no es cierto. La inmersión lingüística es, para desgracia de muchos niños barceloneses, un modelo único en el mundo. No hay un solo país bilingüe que aplique una inmersión como la nuestra. Es un modelo que perjudica a nuestros niños, y lo peor de todo es que parece no importarle a nadie.
No hay razones pedagógicas que justifiquen la inmersión. Perjudica el rendimiento de los alumnos castellanohablantes. Perjudica el rendimiento de los inmigrantes. No se tiene en cuenta a los niños con necesidades especiales. Produce amplias desigualdades entre alumnos... Esta es la realidad de la inmersión.
Lo importante para los defensores de la inmersión es que la exclusión forzosa y total del español como lengua vehicular es clave en la hegemonía nacionalista, y nunca podré entender que, frente a ello, no haya una reacción implacable de todos aquellos que dicen querer poner a la persona en el centro de las políticas públicas. La realidad social de Barcelona es de sobras conocida por todos. ¿Por qué no se cuestiona entonces un modelo que perjudica a tantos ciudadanos? ¿Por qué no se alza la voz?
Probablemente porque parece que oponerse a la inmersión es oponerse al catalán aunque sea mentira. Porque muchos han comprado el marco nacionalista. Porque da miedo significarse. Porque da miedo decir en voz alta lo que muchos piensan. Porque nos han ganado la batalla cultural incluso en aquellos lugares en que los nacionalistas no son mayoría.