Ada Colau presume de que el diario conservador británico The Times ha puesto a Barcelona como ejemplo de ciudad que lucha contra la contaminación y hace del ámbito urbano un lugar más sostenible y sano. Es lógico que se jacte, como lo es que no airee las críticas de todos los medios de comunicación a su política antiempresa, que va desde el veto a los hoteles hasta el castigo a la industria del automóvil, pese a que la propia alcaldesa tenga el desparpajo de hacerse una foto en las protestas obreras contra el cierre de la planta de Nissan.
Eloi Badia también es aficionado a la propaganda y la escenificación. Ayer colgó un vídeo en Twitter con el ambiente del mediodía soleado del sábado en Sant Antoni en el que, además de vender las bondades de las superislas, descalificaba a quienes les ponen pegas. Según el teniente de alcalde –que interpreta las colas ante las tiendas como señal de gran actividad comercial y no como una consecuencia de las medidas sanitarias--, quienes critican el invento del urbanismo táctico de los comunes se opone a la ciudad, a los comerciantes y a la gente en general. ¿A quién cree que enreda co esa manipulación infantil?
Nadie en su sano juicio puede estar en contra de que Barcelona reduzca la contaminación y el tráfico, pero otra cosa es que el consistorio no consulte a los ciudadanos sobre cómo hacerlo y que se comporte de forma autoritaria, igual que hace en otros tantos asuntos.
¿En qué piensa el Ayuntamiento de Barcelona cuando alardea de la expulsión de los coches de la ciudad precisamente en estos momentos? ¿No se ha enterado de que existe una pandemia y de que los ciudadanos evitan el transporte público? El uso del automóvil ha aumentado de un 24% a un 47% en la ciudad en los últimos meses, mientras que en el ámbito metropolitano ha subido al 52%. ¿Cómo es posible que en esta situación el consistorio continúe eliminando plazas de aparcamiento gratuito?
El uso del metro ha perdido 15 puntos en estos meses, mientras que el autobús ha caído ocho. Pero el ayuntamiento hace oídos sordos, escoge precisamente estas fechas para anunciar su proyecto estrella: la pacificación de 21 de las 61 calles del corazón de la ciudad. Por cierto, que en la presentación se les olvidó explicar cómo reforzarán las infraestructuras que absorberán ese tráfico y cómo las financiarán. Ante todo, la propaganda.
Se entiende que Colau ventile los comentarios de The Times, que se ha creído eso de que los comunes continuarán la labor de Ildefons Cerdà, pero debería prestar atención a gente que sí conoce Barcelona, que la tiene bien medida y estudiada, como el RACC. Y hacerle caso: consulte con los vecinos, abandone los ensayos donde no han dado resultado, baje a los ciclistas de las aceras y favorezca la seguridad de quienes han decidido desplazarse a pie. Si es posible, aprenda a planificar más allá de los cuatro años de una legislatura, aunque claro para eso hay que consensuar los planes con el resto del pleno.