Las perversas intenciones de Colau y sus comadres respecto al Eixample y sus terroríficas islas verdes se manifiestan ya en muchas esquinas y hasta en detalles minimalistas. Aún se recuerda cuando a inicios de su primer mandato ordenó retirar los puestos de flores del mercado de la Concepció porque ocupaban parte de una de las aceras más bellas de la Barcelona de antes de Ada y sus comuneras. Con más experiencia en el cargo y como alternativa, la alcaldesa y sus amistades decoradoras se inventaron unos huertos que llamaron urbanos. Lástima que, en lugar de producir frutas y verduras, solamente dan cada vez más gasto y asco.
Una prueba del estilo y estilismo de Colau y su equipo de incapaces para la ética, la estética y la horticultura se contempla en la esquina de la avenida de Roma con la calle Viladomat. De tan infecta y cochambrosa como es, los vecinos perjudicados la definen como “nido de ratas y otros insectos”. Y lo consideran “antihigiénico, decadente y cutre”, ya que acumula restos de sillas rotas, de neumático contaminante, de botes de pintura y otros desperdicios dignos de vertedero. Por ello, la ciudadanía del Eixample, que no suele proceder de casas okupadas ni de cuchitriles antisistema, ha solicitado al Ayuntamiento que lo retire. La respuesta municipal es que no se trata un montón de porquería, sino de un huerto urbano en activo y por tanto no tienen previsto sacarlo. Es decir, que si no les gusta se lo coman, aunque por mucho menos cualquier persona pulcra sería multada si arrojase semejantes inmundicias en la vía pública.
Dispuestas a convertir Barcelona en una náusea, la alcaldesa y su camarilla camuflada y pagada en el negocio llamado Desc han optado por el estilo cutre, que significa tacaño, miserable, descuidado y de mala calidad. Lo cutre no llega ni a la categoría del feísmo, que es una tendencia artística y literaria que trata sobre lo estéticamente feo. Lo cutre es mucho peor. Equivale a mal cuidado, falto de talento, cursi, soso, de mal gusto, de pésimo servicio, carente de higiene, sin credibilidad… Aplicada a las personas, la palabra cutre es sinónimo de gente miserable, mezquina o tacaña, aunque en Galicia hay un río llamado Cutre que no tiene la culpa de nada. Porque, etimológicamente, cutre proviene del francés croûte y del latín crusta, que significan costra y desechable. Otra curiosa coincidencia es que un diccionario especializado cita como ejemplo la frase: “Tenemos un alcalde cutre que no hace nada para mejorar la vida de su pueblo”. Por lo que, si vale para un alcalde, también puede servir para una alcaldesa feminista.
Vistos tanto cutrerío y los belenes que se malgastaba, no es raro que, cuando Colau procedió a inaugurar la iluminación navideña de Barcelona, los comerciantes del paseo de Gràcia hiciesen lo contrario y apagasen las luces. No se diese el caso de que se viera pasear a unas autoridades tan desastradas por el corazón de la elegancia y el alma señorial del Eixample.