El terrible incendio de Badalona ha vuelto a poner sobre la mesa un problema olvidado: la ocupación de naves abandonadas y la proliferación de asentamientos, infraviviendas en mayúsculas, en las que cientos de personas -también menores-, malviven desde hace años sin que ninguna de las administraciones implicadas sean capaces de darles una solución
En el siniestro badalonés han habido, al menos, tres muertos y 25 heridos. En la nave pernoctaban más de 150 personas, seguramente casi todos extranjeros en situación irregular. ¿Se imaginan lo que es tener que dormir cada día hacinado, entre ratas, con frío, sin apenas nada que comer y temiendo que te caiga un techo encima o se incendie el edificio?
Lo que ha pasado en Badalona era previsible, más que previsible. Y se podía haber evitado. La nave llevaba años ocupada y existen ya antecedentes de fallecidos en incendios en barracas, por ejemplo en Barcelona. En 2012, cuatro personas murieron en una chabola de la calle de Bilbao, en el distrito de Sant Martí. Hace unas pocas semanas, otra nave, llena de ciudadanos senegaleses, tuvo que ser evacuada por un fuego. En aquella ocasión no hubo muertos, pero los servicios sociales de Barcelona tuvieron que realojar de urgencia a 17 personas.
En Barcelona, los asentamientos y viejas fábricas ocupadas se cuentan por decenas. Las hay por toda la ciudad, también en la montaña de Montjuïc. Pero sobre todo se encuentran en solares y edificios de Sant Martí. Solo en este distrito hay ahora 39 campamentos con 225 personas. En el conjunto de la ciudad hay 77 asentamientos con 397 sinhogar.
Si no se aprende de los errores, lo que ha sucedido en Badalona ocurrirá de nuevo. Urge dignificar la vida de estas personas, proporcionarles un alojamiento en condiciones. No es fácil. Ni en Barcelona, ni en el área metropolitana hay vivienda social. Ayuntamientos, Generalitat y Gobierno español han hecho muy mal su trabajo. En España, el porcentaje de pisos sociales en alquiler es de un 1,6%; en Cataluña, del 1,5%. En Europa, es del 15%. También en esto estamos a la cola.
Cada vez hay más sintecho en las calles de las grandes ciudades. Y los efectos de la crisis, provocada por la pandemia, dejará a muchas otras personas sinhogar. Muy probablemente surgirán más asentamientos, muchos de ellos pequeños, casi invisibles. En 2012, la síndica de greuges de Barelona, Maria Assumpció Vilà, planteó que colectivos vulnerables pudieran vivir de forma temporal en módulos prefabricados. La propuesta, ya utilizada para la construcción de vivienda y equipamientos en numerosos países, puso los pelos de punta a la administración de Xavier Trias. ¿Tan mala era la iniciativa? No. Más digna y segura, sí.