Una mayoría más que suficiente dará el 23 de diciembre luz verde a la unión del tranvía por la Diagonal. La dos líneas se unirán y la zona será reurbanizada. Colau ha logrado su máxima aspiración juntando a los republicanos y a los socialistas. Para el PSC es un fruto amargo, porque nadie olvida que los socialistas perdieron la alcaldía por los furibundos ataques políticos, y sobre todo mediáticos, por proyectar lo que hoy es una realidad. Los que ayer criticaban con saña a Jordi Hereu hoy aplauden disciplinados el “nuevo avance” de Barcelona.
Personalmente, no me parece un despropósito. Me parece acertada la operación porque la continuidad de la línea dará soluciones de transporte a muchos ciudadanos que se ahorrarán transbordos y caminatas innecesarias. Sin embargo, echo a faltar una cosa: diálogo. Diálogo con la sociedad civil para dibujar la movilidad de la Barcelona del siglo XXI. Hemos de hacer cosas, seguro. Las hemos de cambiar, también, pero estaría bien encerrar en el baúl de los recuerdos algunas cuestiones que sólo dificultan la movilidad, dificultan el tráfico, no lo disminuyen, y que convierten a Barcelona en un puro atasco.
En definitiva, hemos de deslindar los proyectos de las ocurrencias. Y, dentro del consistorio, sobre todo algunos concejales de los Comunes, han hecho de la ocurrencia un leit motiv político. Esto no cuadra con la Barcelona del futuro, cuadra con una Barcelona friki, sectaria y surrealista, pero no con la realidad.
El proyecto no ha hecho más que empezar y Colau tiene la oportunidad de recuperar el consenso perdido con restauradores, comerciantes y empresarios de todo tipo. Tiene la oportunidad de hacer política. Y puedo hacerlo, porque ni en sueños la alcaldesa pensaba que haría realidad un proyecto aprobado por la izquierda municipal, por toda la izquierda. Quizás la cercanía de las elecciones autonómicas pone entre las prioridades el cerrar heridas, a reconstruir puentes que pueden ser necesarios dentro de apenas tres meses.
Colau y sus Comunes no están en el mejor momento. Las encuestas tienen arrinconada a su formación que no crece y, lo peor, puede bajar. Su electorado ha quedado circunscrito a Barcelona y la primera corona metropolitana. En la segunda, sus apoyos bajan considerablemente y en provincias el erial, un símil de las illes de Barcelona donde no hay nada de nada, es inmenso. Así las cosas, un paseo por Barcelona, por sus calles más populosas te lleva a conocer a una candidata. A Jéssica Albiach, la nueva líder, otra más, de la formación morada en los próximos comicios. El eslogan de los grandes carteles morados con su foto sorprende “Siempre hay una primera vez”.
La verdad es que no sé para qué. Los Comunes ya no son vírgenes en las autonómicas. Ya lo han hecho y no ha salido bordado. Es más, fue una sensación agridulce. Más, mucho más, agria que dulce. Acabaron con Catalunya Sí que es Pot CSQEP, que más que una candidatura parecía el nombre de una legión romana, y dejaron en la cuneta a líderes como Joan Coscubiela porque no bailaba el agua a la alcaldesa, y lideresa, Colau. Tampoco es la primera vez para la señora Albiach que ya es diputada en el Parlament. Solo puede ser la primera vez para los Comunes si consiguen entrar en un posible nuevo gobierno. Aunque esto tampoco es del todo cierto, porque los Comunes son herederos de la vieja Iniciativa per Catalunya, e IC ya estuvo en los gobiernos tripartitos. Solo queda una opción: puede ser la primera vez que la izquierda del partido socialista se quede en una posición irrelevante. No es descartable, porque los Comunes se han convertido en un partido de Barcelona y Cataluña es algo más grande. Y en Barcelona, recuerden, hoy son lo que son gracias a Manuel Valls y el PSC porque en la capital tampoco están en su mejor momento. Tenemos un proyecto de tranvía, que bien venido sea, pero seguimos sin proyecto de ciudad.